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Anoche estaba cansada, mi cuerpo pedía descanso, pero mi mente no lo dejaba.

Estaba exhausta de la misma pesadilla. Le rogaba, le suplicaba con lágrimas en los ojos a la nada que todos esos escenarios desaparecieran, pero se repetían una y otra vez. Como si se pusiera un video en modo bucle.

El tiempo no avanzaba y eso se volvió una tortura.

Me sentía atrapada en un espacio infinito; mi propia mente se volvió una prisión de mis emociones y recuerdos.

Quería gritar y huir, alejarme todo lo que pudiera. Pero sin importar a donde corriera, mi pasado me seguía alcanzando. Me arrinconaba en lo mas oscuro de mis memorias para recordarme mis pecados.

Tus abrazos eran mi única salvación de esta eterna tortura y en el momento de tu partida te llevaste toda esperanza de salvedad.

Le rogaba al silencio que aparecieras en medio de la oscuridad y me cubrieras con tu manto de tranquilidad. Esa tranquilidad que solo tu presencia me da.

Pero no estabas, no aparecías y el ciclo se repetía. Una y otra vez.

No fue mi primera noche en vela; sin embargo, fue la primera en la que no estuviste a mi lado para luchar juntos.

Fue una de las peores, no por lo que pasó sino por la ausencia de tu compañía.

Voy a esperarte en el mismo espiral de destrucción en el que me dejaste.
Hasta que empieces a caer conmigo o me dejes chocar contra el suelo.

- M. D. A.

Pensamientos a la 1:00 a.m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora