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Hace mucho deje de creer en los cuentos de hadas. Ya no creo en el "vivieron felices para siempre".

Mucho menos creo en un príncipe encantador que me va a rescatar cuando este en peligro. No confío en un hombre que no tenga demonios en su interior ni miedo en su mirada. Aquellos que en su mirada reflejan inocencia no están listos para conocer el tormento de otro.

En los primeros años de mi vida, claro que lo hubiera creído sin ninguna duda; pero en el momento en el que me convertí en la villana de mi propia historia, el cuento que quería escribir se quemo.

El fiel espejo se convirtió en la pesadilla de la reina y todos los días comía la manzana envenenada con la esperanza de nunca despertar.

La punta afilada de la rueca se convirtió en mi confidente; su brillo cautivador teñía mis mangas de rojo escarlata. Simplemente quería caer en el mismo sueño de Aurora.

Mi hada madrina jamás apareció y las cenizas parecían oscurecer más las páginas de mi vida.

Sabes que el cuento esta mal cuando la torre donde te mantienen cautiva es tu lugar seguro y como dijo madre Gothel, el mundo es un lugar despiadado que destruye toda hermosa luz de pureza.

Ariel murió por intentar cambiar lo que era, porque no la podían aceptar y mucho menos amar.

En los cuentos de hadas, las mujeres son hermosas muñecas de porcelana. Lo que no cuentan es que la porcelana, con la más pequeña inestabilidad se puede romper.

Fui una muñeca de porcelana que se rompió una y otra vez hasta quedar hecha polvo. 

No quiero un final de cuento, solo deseo recuperar mi historia feliz.

- H. S. K.

Pensamientos a la 1:00 a.m.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora