Berlín, Alemania. Año 1551.
El mundo seguía girando alrededor del sol, mientras los humanos continuaban viviendo sus vidas llenas de banalidades en comparación con los asuntos que estaban sucediendo y que ellos no podían ver.
La guerra entre las fuerzas del bien y el mal se seguían disputando la prevalencia en la tierra, cientos de cazadores de nacían y otros tantos morían en la permanente lucha. Pero mientras muchos se educaban para ser grandes protectores de los humanos, otros aún seguían las normas de una sociedad machista que estaba influenciada primordialmente por las costumbres humanas de la época.
Se tardaban años en construir y remodelar palacios que serían centros educacionales, pero aún así, muchos cazadores seguían siendo educados en sus casas donde la formación kamikaze se mezclaba con la formación civil de un humano.
— ¿Cuántas veces hay que repetirte que no puedes andar por las calles intentando hacer el trabajo de otros? —le preguntó su madre con enojo, y aunque en su mirada de ojos negros se veía la furia que la corroía intentaba controlar todo bajo una indeleble mascara de inexpresividad.
Runa entrecerró los ojos para no poner los ojos en blanco. Ya bastante había desafiado la autoridad, y tenía la seguridad que si llegaba a hacer una expresión o gesto indebido no la dejaría ir a la próxima fiesta de la que llevaba hablando durante meses.
— ¿Trabajo de otros? —preguntó con sarcasmo, y señaló la pila de libros que la rodeaba en el estudio de su padre, las maquetas, pinturas y todo lo que había allí relacionado con su mundo, su verdadero mundo—. Somos cazadores, aunque a veces te olvides, y nuestro trabajo es terminar con todo aquello que sea peligroso para los humanos. ¿Preferirías que esa bestia hubiese terminado asesinando a vaya a saber cuántas personas? —inquirió.
Ella sabía que su justificación era buena, pero seguro no era lo suficiente para su madre que sentía el mismo cariño hacia las costumbres cazadoras como su hermana Aubrey. Ambas preferían vivir la vida cómoda y elegante de personas que pertenecen a la sociedad aristocrática, en vez de luchar contra lo que sea como lo que son: cazadores.
La máscara de inexpresividad se intensificó, y los labios de su madre se volvieron una línea recta llena de disgusto. Cruzó sus brazos sobre su pecho con gracia e irguió su figura como si eso la hiciera ver más imponente. Zelinda Mortensen podría no haber sido nunca una verdadera cazadora ya que nunca ejerció como tal, pero no se podía negar que en su corría la sangre de brillantes y temibles cazadores.
— Runa Trude Von Engels —le dijo lenta y amenazadoramente—, escucha bien porque no lo voy a repetir: deja de hacer el trabajo que no te incumbe —sentenció. La frustración y la furia burbujearon en el interior de Runa, pero ella no dijo nada, permaneciendo con la cabeza altiva y orgullosa— Ahora vete de aquí a estudiar —volvió a decir señalando la puerta.
Runa respiró hondo y se puso de pie, asintiendo sin palabras cosas que oía pero que se negaba a aceptar para sí misma. Ella podía ser una niña caprichosa y consentida, pero también era alguien que sabía lo que quería, y eso era luchar.
Tragándose las palabras cerró la puerta detrás de sí misma, y en el camino hacia la biblioteca se cruzó con su hermana, quien le dedicó una mirada llena de advertencia y desdén. Runa cerró las manos en puños, sintiendo las emociones invadirla venenosamente. Sus ojos pinchaban rojizos y se apresuró a abrir la puerta de la biblioteca para encontrarse con su profesor.
Caleb se puso de pie al verla tan abatida. Su pelo dorado estaba revuelto, y la congoja podía identificarse fácilmente en aquellos ojos tan perlados y sinceros. Él la miró teniendo una ligera noción de lo que sucedía, pero no dijo nada, porque ella ya estaba corriendo a través de la habitación para chocar contra él en un fuerte abrazo.
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Legado III: La Emperatriz de los Bastardos [Finalizada]
FantasíaSinopsis. Seis meses han transcurrido desde los sucesos de Legado 2. Valquiria ha desaparecido, y Lena se encuentra sufriendo las consecuencias de todo. Los cazadores están en vilo a la espera de lo que está por venir, sabiendo que las demás...