Capítulo 16. Terror y Caos

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AGOSTO 2012. AUSTRIA.

Observaba el movimiento del café dentro de la tasa con aburrimiento, y una vez que terminó, se lo cedió al cliente que se lo pidió. Phoebe volvió a su lugar tras la barra y suspiró. Estaba aburrida de su vida, de la escuela y del trabajo en la cafetería en el verano. Todo era siempre monótono y mundano en la ciudad de Aage. Ella solo quería un poco más de aventuras, pero solo conseguía más horas de interminable agonía costumbrista. El único escape que tenía eran sus libros, a los cuales cuidaba con afecto.

Otra clienta se ubicó del otro lado de la barra. Phoebe acomodó su delantal y le sonrió con simpatía a la mujer esperando un poco de buen humor, pero se encontró con todo lo contrario. Agriamente, la mujer le pidió un café y se fue a sentar con ánimo huraño. Phoebe parpadeó anonadada e intentó hacer su trabajo lo más eficiente y rápido posible. Notaba que últimamente en las personas había mucha irritación y enojo enfrascado. Pero no era en el único sitio donde lo veía; día tras día la televisión pasaba imágenes de actos vandálicos, agrupaciones de personas enfurecidas peleando entre sí, asesinatos y violaciones por doquier como si la vida humana no tuviese significado alguno.

La humanidad entera estaba enloqueciendo y al parecer nadie podía hacer nada al respecto.

— ¿Podrías traer mi café? Lo necesito para hoy, no para mañana —dijo la mujer. Phoebe enrojeció y se volvió torpe antes las agresivas palabras.

— Aquí tiene, disculpe —le murmuró a la mujer que ni siquiera la miró a los ojos, y mucho menos respondió. Un sentimiento iracundo recorrió a Phoebe pero intentó deshacerse de él tan pronto como apareció.

Volvió a su lugar entorpecida por aquel episodio, cuando letras rojas con la leyendo de "Ultimo momento" aparecieron en la televisión junto a horrendas imágenes de incendios, saqueos, violencia y muerte. Phoebe se detuvo, estremeciéndose. «Importantes disturbios están ocurriendo en múltiples ciudades del mundo. Prácticamente no hay ningún continente que no esté exento de estos episodios. Aún no se ha podido hacer una cuenta de las muertes, pero se creería que los números son alarmantes» dijo la periodista, y pese a que no podía dejar en claro cuan horrorizada estaba por lo que decía se lograba vislumbrar en sus ojos.

Un grito rompió la armonía dentro de la cafetería, y Phoebe se giró para encontrar a la mujer que le había dado el café, contorsionándose en el suelo con dolor y espanto. Los demás clientes se habían puesto de pie, y la rodeaban con curiosidad y temor. Una sensación horrible y fría se instaló en la espina dorsal de Phoebe, quien corrió hacia la mujer para intentar ayudarla. Otro grito se alzó y un hombre cayó al suelo, revolcándose en el suelo lleno de dolor, como la mujer.

Phoebe observó con espanto como sus cuerpos se movían de forma extraña, sus ojos enrojecían eyectados de sangre y oían el crujir de sus huesos romperse como si fuesen hechos de cristal. «¿Qué mierda está ocurriendo?» se preguntó Phoebe, tapándose la boca e intentando no llorar. Una fuerte explosión la aterrorizó, y se giró hacia afuera, donde las personas corrían desaforadas, siendo perseguidas por criaturas que jamás creyó ver en la vida real.

«¿Eso era un lobo?» gritó en su mente, y saltó miedosamente, cuando una de esas criaturas colisionó contra la puerta de la cafetería y pudo confirmarlo. El interior de la cafetería se volvió caótico entre gritos y graznidos. Y todo llegó a un punto aún mayor cuando las dos personas que habían caído, se levantaron con la forma de algo no humano y para nada agradable. Todos comenzaron a huir de allí, mientras que Phoebe quedó detenida por el espanto hasta que alguien la agarró del brazo, arrastrándola hacia el exterior.

Solamente importándole cuidar su vida, Phoebe corrió y corrió hasta que tropezó con el cuerpo de un hombre que había sido devorado sin piedad. Ella lloró y gritó, porque en lo único que podía pensar era en su familia. Se arrastró en el suelo hasta que se detuvo al chocar contra algo macizo y peludo. Se giró lentamente hasta contemplar un par de ojos sangrientos, con grandes dientes que chorreaban la sangre de su última víctima. Las gotas cayeron, calientes, sobre su rostro y su pelo rubio pálido se tiñó de rojo. No supo cómo, pero la bestia le sonrió antes de aullar guturalmente. Y Phoebe, no pudo hacer otra cosa más que gritar.

Legado III: La Emperatriz de los Bastardos [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora