Era de noche cuando Lena recorrió los pasillos de la academia que había pasado todo el día descubriendo. Conoció las aulas y los dormitorios, se sorprendió con el gran comedor lleno de estudiantes, la comida y tecnología, admiró los campos de entrenamiento, y aprendió los distintos tipos de atajos. Mientras Newén y Viridis habían desaparecido para encargarse de sus propios asuntos, y Leonardo se convertía en su sombra.
Pero todo el ambiente festivo que la acompañó ese día, y le resultaba artificial, se mutó en una capa de solemnidad al llegar la noche. Con un pantalón bordó y una camisa blanca, tenía un estilo sobrio y colorido. Caminó hasta el final del largo pasillo donde la esperaban con impaciencia.
— ¿Tanto puedes tardar para vestirte? —se quejó Leonardo, mirándola de arriba hacia abajo con regocijo en su mirada. Lena ladeó su cabeza con una expresión que a los demás les recordó a Valquiria.
— Tu tardas más en arreglarte, como si a alguien realmente le importara como te ves —comentó ácidamente. Newén y Viridis pasaron de mirar a Lena a un Leonardo que sonreía de lado, con diversión y cierto orgullo. La mirada indescifrable de él se mantuvo en ella unos minutos hasta que se giró hacia Newén y Viridis, en medio de un suspiro.
— Creo que no hay nada de qué preocuparse, tiene la personalidad suficiente para encargarse si es que alguien intenta meterse con ella —comentó. Viridis pareció satisfecha mientras que Newén permaneció escéptico—. Es una Von Engels, ella puede —insistió Leonardo directamente a Newén.
Leonardo tenía un punto coherente acerca de aquella situación, y Newén se dijo a sí mismo que ya no quedaba más tiempo para dudar. Ahora debían afrontar lo que viniese. Intentando ser optimista, Newén sacudió su pelo y acortó el tramo que lo separaba de la sala de conferencias.
Las puertas se abrieron, y Newén se adentró dándole paso a Viridis, y dejando el espacio suficiente para que Lena viera a quienes estaban adentro reunido en aquella sala espaciosa que se había empequeñecido. Automáticamente, todos miraron hacia ellos e imperceptiblemente posaron sus ojos en una Lena que se sintió enrojecer ante el foco de atención.
Permaneció de pie en medio del umbral de la puerta, con el aire atorado en sus pulmones mientras luchaba por no verse torpe e intentando identificar a cada uno de ellos. De repente, se percató de una fuerza que tiraba de su mano para avanzar y al mirar hacia un lado, notó a Leonardo sonriéndole para darle ánimo.
— Has esperado mucho tiempo para conocerlos, no te acobardaras ahora —le dijo en tono bajo.
Lena asintió con una sonrisa, sin poder encontrar las palabras para agradecerle; solo apretó un poco de su mano con la esperanza de que él entendiese. La seguridad que por un instante la abandonó estuvo de vuelta y nuevamente observar a aquellos extraños en busca de algo que le ayudara a reconocerlos.
— Niños, al fin llegaron —exclamó Constantin mirando a su hijo, que se mostró incomodo con su forma de llamarlos.
— Padre —lo reprendió, pero Constantin ni siquiera lo oyó, porque su atención la robó Viridis con su sonrisa y sus comentarios destinados a hacer sentir bien a los demás.
— ¡Hijo mío! —dijo la mujer que se acercó a Newén y lo estrechó en un abrazo. Lena la miró con curiosidad hasta que la identificó como la mujer que acompañaba a Constantin aquel día que lo cruzó fuera del despacho de Byron.
Se trataba de Mailén Belisario. Mirándolos juntos, Lena se daba cuenta de quien habían sacado los rasgos precisos y armoniosos, la piel morena y el cabello negro; al parecer, lo que Newén había sacado de su padre, solo era la personalidad austera y temple.
Al alejarse de Newén, Mailén se giró hacia Lena con sus ojos negros que irradiaban una luz dulce y tranquilizadora. Ella posó una de sus manos en su mejilla tras un breve beso, y le sonrió.
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Legado III: La Emperatriz de los Bastardos [Finalizada]
FantasySinopsis. Seis meses han transcurrido desde los sucesos de Legado 2. Valquiria ha desaparecido, y Lena se encuentra sufriendo las consecuencias de todo. Los cazadores están en vilo a la espera de lo que está por venir, sabiendo que las demás...