Capítulo 8. La damisela alemana

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Berlín, Alemania. Año 1550.

La lluvia caía sobre le ciudad con calma aparente. El sonido de los carruajes con el agua de las empedradas calles era lo que más resonaba. Los caballeros intentaban huir de la lluvia corriendo hacia algún techo seguro. Siempre había alguna que otra dama que necesitaba ayuda para poder estar a salvo. Pero a medida transcurría el día y la lluvia persistía, la ciudad se volvía solitaria.

El sonido de tacones podía oírse apresurados. Era extraño, no era usual que una dama estuviera sola, sobre todo con el clima desfavorable. Saliendo de una calle casi escondida puede verse a una joven. Su rostro pálido se notaba consternado. El cabello estaba mojado, al igual que su vestido, haciéndola ver desalineada y de comportamiento errático. Se frenó de repente, sosteniendo la pollera de su vestido con fuerza. Sus ojos grises eran gélidos. Después de mirar a todas direcciones siguió corriendo, girando al terminar la cuadra y yendo hacia otra calle. Se detuvo precipitadamente al verse acorralada en un callejón sin salida. Abrió grandes los ojos y su boca cayó levemente. Estaba agitada y nerviosa. Escuchó pasos violentos y se giró con lentitud.

Era un hombre. No, una bestia. Tampoco. Se trataba de algo con forma de hombre pero de bestia; cuerpo grande y fuerte, rostro deformado, cuernos, brazos largos y con manos en formas de garras. Ella comenzó a respirar agitadamente y caminó lentamente hacia atrás, deteniéndose solo porque se encontraba rozando la pared. Aquel hombre bestia la miró, se saboreo y se acercó a ella lentamente. Parecía disfrutar cada segundo, de su sufrimiento y de sus reacciones.

Aquello de forma horrenda se acercó hasta unos pocos pasos. La joven retuvo el aliento, apoyándose totalmente sobre la pared.

— ¡Te tengo! —profirió la bestia.

— No —dijo ella con astucia—, yo te tengo —sonrió— ¡AHORA! —gritó agachándose.

Cuando aquella bestia intentó reaccionar, ya había sido atravesado por una flecha en medio de su cabeza. Aun muriéndose parecía seguir intentando ir tras ella. La joven empezó a correr hacia un lado pero él la agarró del brazo. Ella lo miraba fijamente pero con tranquilidad. De debajo de su falda sacó un cuchillo y le cortó la mano con fuerza. Aquello rugió pero súbitamente otra flecha le alcanzo el corazón y cayó al suelo con pesadez.

Ella respiraba agitada mientras miraba su cuchillo ensangrentado. Lo limpio con la tela de su vestido y lo volvió a guardar. Unos pasos chocando contra el agua comenzaron a hacerse más cercano. La chica dirigió su mirada hacia esa dirección. Un chico alto y de cabello muy oscuro la miraba. En sus manos descansaba un arco. Ella sonrió con familiaridad.

—Bien hecho Johan —exclamó.

—No lo hiciste mal tu tampoco, Runa —dijo él.

***

Se acercaban de a poco a la mansión Von Engels. La incesante lluvia hacía que el carruaje se moviera bruscamente de un lado a otro. Había un gran vacío en las calles y todo se hacía más solitario a medida se acercaban a la zona donde se encontraba la mansión. Runa miraba curiosa hacia afuera. Estaba empapada, con la vestimenta sucia y rota, y su pelo hecho un desastre. Los resortes dorados se veían lánguidos de la humedad. Aunque podría pensarse que se sentía incomoda, le gustaba estar así. Estar fuera de los protocolos la hacía sentirse viva y despreocupada.

De reojo, percibió el movimiento de Johan hacia ella. Lo miró. Él le alcanzaba un pañuelo para que se secara un poco. Con una sonrisa divertida lo aceptó. Su madre, muy posiblemente, al verla así le daría un ataque. Secó su cara e intentó escurrir su pelo. Ese trabajo era su preferido y no lo dejaría de hacer por estar en la refinada sociedad alemana. Con picardía le devolvió el pañuelo a su amigo y compañero de oficio, quien lo aceptó y se lo guardó, sin quejarse por haberlo ensuciado. Runa siguió observando la lluvia caer hasta que el carro se detuvo. Miró a Johann, parecía cansado aunque en sus ojos se notaba lo bien que le hacía estar así por algo que le gustaba. Ella sonrió con resignación porque sabía que tenía que volver a su vida.

Legado III: La Emperatriz de los Bastardos [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora