Capítulo 23. Bajo las alas de la muerte

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Espalda con espalda. La tensión recorriendo sus cuerpos. Sus mirada sigilosas sondeaban a su alrededor mientras empuñaban sus armas y luchaban contra el eterno enemigo. A pesar del cansancio y el dolor de las heridas, la adrenalina seguía recorriéndolos con emoción, y luchar los tres, codo a codo, no tenía comparación. Sus individualidades se incrementaban una vez reunidas, volviéndose un arma grupal precisa y certeza.

Se movían coordinadamente siguiendo las indicaciones de un temple Newén, con la mirada oscurecida sobre el campo de batalla. Sus finos dedos sostenían con fuerza ambas espadas. No había nada de amabilidad y cuidado en sus modismos, allí era un soldado que mantenía la templanza para poder ganar, pero los correctos modales y la diplomacia no existían.

— ¡Abajo! —indicó en tono de mando. Tanto Valquiria como Leonardo se agacharon, y Newén extendió una de sus espadas, cortando la cabeza de los pocos vampiros que luchaban contra ellos. Aquellos seres podían ser fuertes y rápidos, pero nada se comparaba con la agilidad de Newén.

— Von Engels —gritó Leonardo, volviendo a erguirse junto a ella y dedicándole una mirada irónica—, ¡enséñanos los trucos que has aprendido! —exigió, y tras eso, disparó su arma sobre la frente de un licántropo que corría hacia ellos, y volvió a cargarla—. ¿Cuantas malditas bestias como esas existen? —inquirió molesto e impaciente. Valquiria puso los ojos en blanco, antes de mirarlo brevemente.

— ¿Te crees que soy un mago? —preguntó ella con mirada venenosa.

— No, los magos no se ven tan bien como tú —Leonardo se rio maliciosamente, y ella le dio un codazo que lo hizo quejar.

— ¿Les importaría si terminamos con esto? —comentó Newén, intentando poner orden. Leo le dedicó una mirada despreocupada a Valquiria mientras se encogía de hombros.

— Luego de esto, necesitamos unas vacaciones. Si es posible es un sitio muy alejado, sin personas ni demonios, ni malditos vampiros o ángeles. No quiero escuchar del apocalipsis en un largo tiempo, ni siquiera la palabra guerra o pelea, o infierno —dijo.

— Creo que pretendes mucho en esta vida —se quejó Valquiria, sabiendo que todos esos planes probablemente ella no pudiese compartirlos por estar siendo juzgada.

— ¡Déjenme soñar maldita sea! —exclamó con falso dramatismo.

Valquiria sonrió sombríamente y emprendió una carrera hacia un demonio que se acercaba a ellos. Ágil y elegante en sus modismos, saltó como una fiera sobre su presa, colocándose sobre los hombros de la criatura para desmembrarlo. Sonrió con perversidad y respiró profundamente, y luego elevó su vista hacia los pocos que quedaban. Juntó sus manos y todos ellos colisionaron entre sí.

Entre gritos de histeria y sacudidas para liberarse, las criaturas de ojos rojos, piel escamosa y dismórficos, observaban a Valquiria acercarse a ellos con apacibilidad y análisis. Newén y Leonardo intercambiaron miradas, antes de acercarse a ella, dudosos si era seguro que las criaturas pudiesen liberarse.

— Eso es increíble. ¿Has intentado poseer el cuerpo de alguien? —inquirió Leonardo con curiosidad y un poco de entusiasmo.

— No, Adok no me quiso enseñar —respondió Valquiria con un mohín. Tanto ella como Leonardo se mostraron desilusionados bajo la mirada de un Newén claramente en desacuerdo con la excitación por ese tipo de prácticas—. Viridis, ¿puedes hacer algo con ellos? —dijo ella elevando su voz, y mirando hacia atrás, dónde Viridis y Lena peleaban conjuntamente.

Una vez se deshicieron de sus contrincantes, se unieron a ellos rápidamente.

— ¿No aprendiste nada sobre enjaular demonios en el infierno? —inquirió ella con tono juguetón, mientras Valquiria observaba a su hermana en busca de heridas importantes.

Legado III: La Emperatriz de los Bastardos [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora