Capítulo 44 - Dentro de la Corporación Silph

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     Un leve temblor remeció los primeros pisos del edificio por varios segundos, aunque fue suficiente para alertar a la pelirroja y el nadador, quienes pudieron oír varias pisadas veloces que auguraban el próximo arribo de muchos pokémon. En poco tiempo, el enorme pasillo de vio infestado por una gran horda de Raticate y Rattata salvajes, ninguno de los jóvenes pudo dilucidar cuántos eran, pero todos habían acudido al llamado del enorme roedor que acompañaba al sujeto que los amenazaba.

—Maldición —murmuró Aurora.

Estaban en un gravísimo peligro, hacia donde sea que mirasen había un roedor de desaliñado aspecto amenazándolos raudamente con sus dientes. Nunca habían visto u oído que se usasen pequeños ejércitos de pokémon comandados por uno más grande de su misma especie o evolución, una táctica cobarde, pero efectiva.

—Peter, tengo una idea —le comentó en voz baja—. Sujétate bien a Gyarados.

La chica le ordenó a su Tangela que usara sus enredaderas para agarrase de la abominable criatura acuática. Luego abrió su bolso para sacar una pequeña fruta de éste, su color era azul con partes anaranjadas. Se la dio a su pokémon, quien la recibió con bastante gusto.

—¡Nada de lo que hagan funcionará! ¡No podrán contra la hermosura de lo desagradable! —exclamó el hombre con una enorme sonrisa en el rostro, saboreando su anticipada victoria— ¡Ataquen!

—¡Don natural! —gritó la muchacha.

Tangela lanzó un poderoso y gélido ataque contra los roedores salvajes. Fue muy similar a una tormenta ártica lo que los azotó, primero la lanzó hacia adelante, que era donde había más oponentes, para luego girar en casi trescientos sesenta grados para poder dar con todo el improvisado batallón. La gran mayoría quedó cubierta por nieve, totalmente congelados y sin poder moverse gracias a la baja temperatura del movimiento, algunos se congelaron más rápido gracias al hidrobomba que Gyarados había usado antes. Era muy interesante ver a un pokémon planta usar una ofensiva basada en hielo. La baya en posesión de Tangela se consumió por completo, era una consecuencia de usar aquel ataque.

—¡¿Cómo te atreves?! —cuestionó el Rattata de las alcantarillas— ¡Mis preciosos Rattata y Raticate! ¡¿Cómo pudiste?!

Aún quedaban algunos pocos, contando al enorme roedor que transmitía las órdenes que su entrenador quería. El nadador sacó una pokéball, se dispuso a acabar con él de una vez por todas, ya le estaba colmando la paciencia, aunque no lo demostró en su rostro.

—¡Poliwrath! ¡Puño incremento! —ordenó con suma tranquilidad y firmeza en su voz.

Un renacuajo azul sin cola apareció frente a todos, tenía guantes blancos y su vientre era del mismo color, con un remolino negro en él. Ostentaba de musculatura. Se abalanzó contra el Raticate que comandaba aquel congelado ejército y le acomodó un fuerte puñetazo en toda su barriga, expulsándolo contra su delgado entrenador, quien logró esquivarlo. Los demás roedores que aún podían pelear sólo atinaron a escapar asustados del lugar.

—¡Malditos! ¡Me vengaré!

Regresó a Raticate a su pokéball y se dispuso a correr por el lado en que los chicos habían entrado antes. Sólo alcanzó a dar tres pasos cuando una enorme gota de agua se le atravesó en el camino, ésta colgaba del cielo y no le permitió avanzar, no por obstruir demasiado el paso, sino por ser algo extraño de ver. Una cara con rasgos felinos apareció en aquella gota para mirarlos muy tétricamente. El hombre y el Rattata en su hombro dieron un grito de terror ante tal escena, incluso el sujeto se tropezó con torpeza, cayendo al suelo con su huraño compañero.

Jack EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora