Capítulo 1 - El Joven que deduce

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Pueblo Paleta era un pintoresco poblado al suroeste de la región Kanto, un lugar rodeado de árboles y con muy pocos habitantes, lejos de toda la contaminación de las grandes ciudades y llena de un aire tan limpio que cualquier granjero o campesino envidiaría. Inundado por verdes prados que eran atravesados por caminos de tierra y vegetación que no temía en adornarlo, mostrándose vigorosa ante cualquiera que pasara ante ellos.

Paleta estaba principalmente rodeado de frondosos bosques, con árboles tan antiguos que la persona más anciana del pueblo parecía un bebé en comparación. Además de colindar al sur con una hermosa y pequeña playa de blanca arena fina que permitía una envidiable vista al majestuoso océano. Mientras que por el norte se asomaba un grueso e irregular camino de tierra que se abría paso entre la arboleda y facilitaba la salida del poblado hacia el resto de la región.

Las personas en este pueblo solían ser amables, serviciales, honestas, pacíficas y no se entrometían en asuntos que no eran de su incumbencia, aunque de vez en cuando se les olvidaba respetar esta última característica. La mayoría vivía en casas que seguían el mismo patrón, paredes pintadas de un blanco tan puro que reflejaba toda luz que rebotaba sobre su superficie, y tejados tan rojos como un tomate fresco recién sacado de la mata, donde las diferencias caían sobre el diseño, tamaño y decoración de cada una de ellas, además todas estaban distanciadas prudentemente las unas de las otras, para no causar mayor impacto en la quietud del lugar. Se dice que, al menos así lo cuentan los más viejos, Paleta no ha sufrido mayor cambio desde que se fundó como pueblo hace más de cuatrocientos años, si se le compara con las grandes ciudades.

Generalmente, la luz era abundante en el poblado y este día no era la excepción. El sol alumbraba sobre el pasto, proporcionando tímidamente esa típica calidez matutina de un día despejado. No corría ninguna brisa y la calma del amanecer aún no se veía interrumpida, los únicos sonidos que se escuchaban eran los emitidos por las criaturas de la naturaleza, pero ni esos eran suficientes para arruinar aquella inigualable tranquilidad que sólo Pueblo Paleta era capaz de entregar.

Por unos de sus tantos trayectos de tierra, un chico de desordenada caballera negra transitaba a paso lento, pero seguro, al mismo tiempo que pateaba una piedra que había encontrado en el camino. Vestía unos pantalones negros de mezclilla, cortados al nivel de la rodilla, una camiseta del mismo color, pero con un estampado blanco agrietado, ya no se distinguía la forma de la imagen, y llevaba amarrada a la cintura una sudadera gris con capucha.

Siguió caminando hasta llegar al final del sendero de tierra que había tomado, ahí se detuvo, pateó lejos la piedra con unas muy usadas pero resistentes zapatillas blancas y sacó una botella con agua del bolso amarillo que colgaba de su hombro. Terminó de refrescarse la garganta e involuntariamente miró al sol, apartó inmediatamente sus marrones ojos de la luz del astro y avanzó sobre el pasto, adentrándose por un espacio definido por los árboles, lejos, al sureste del pueblo.

No tardó mucho en llegar a una casa totalmente distinta a las otras, estaba más distanciada del pueblo, un poco oculta, para aprovechar al máximo la calma del pueblo, y algo mal cuidada, por lo menos el exterior lo decía así, pues la maleza alrededor estaba crecida y el amarillo de sus paredes estaba desteñido. Su techo era gris y de éste salía una chimenea roja, también descolorida, que no emanaba humo de manera frecuente, de hecho, la gente del pueblo no recordaba cuándo había sido la última vez que habían visto una humareda en la arboleda en aquella dirección.

El muchacho se aproximó con tranquilidad, miró un letrero con la frase "Laboratorio de investigación del Profesor Oak" y pasó mirando por una de las dos ventanas rectangulares de la fachada, las del segundo piso eran circulares, pero estaban sucias. No se detuvo hasta llegar a una puerta verde con una pequeña ventana semicircular en ella. Golpeó tres veces la puerta y esperó.

Jack EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora