Capítulo 52 - El último encuentro - Parte III

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El viento soplaba con fuerza sobre la maltratada azotea del edificio. Los pokémon de Jack y Adriana ya no se enfrentaban, la mujer había comprendido perfectamente que lo había perdido todo cuando Mewtwo dejó de hacerle caso. Ahora lloraba desconsolada en el suelo húmedo por sus lágrimas, Aerodactyl y Omastar intentaban consolarla de alguna forma, pero poco podían hacer ante los sollozos de la mujer. Era una imagen triste, aquella figura femenina de fuerte mirada y cabello ardiente, se había convertido en una pequeña niña desprotegida, carente de dirección y amor, sola en un rincón. El chico se le acercó para hablarle de cerca, acompañado por sus cinco amigos no pudo evitar sentir compasión por ella, a pesar de todo el mal que había desatado, intentó comprenderla.

—¿Qué pretendías hacer con todo este caos? —preguntó con calma. La mujer no respondió, sólo se secó las lágrimas de sus mejillas— ¿Qué querías demostrar? —insistió el muchacho.

—Que podía ser una buena entrenadora, la mejor del mundo —se limpió nuevamente, intentando aguantar el llanto—. Superar al campeón —sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente, su voz se quebró—. Era mi sueño desde niña, desde que mi padre me regaló a Omy —indicó con tristeza mirando a su Omastar, añorando por los tiempos en que sólo era un Omanyte—. Ahora todo está arruinado, mi sueño...no lo podré cumplir.

—No era necesario hacer tanto escándalo para cumplir tu sueño —reprendió.

—¡¿No lo entiendes?! —gritó con fuerza y dolor en sus ojos— ¡Ya es tarde! Tengo treintaicinco años. Todos los que viajan lo hacen a temprana edad. Tienen ventaja sobre mí. No me queda más que ver cómo todos hacen lo que quieren. A esta edad no puedo empezar desde cero. Perdí muchos años de mi vida.

—Si tanto querías viajar, ¿por qué no lo hiciste?

—Por culpa del Team Rocket —respondió para sorpresa del chico—. Esos imbéciles. Mi padre sabía que eran peligrosos, sabía que estaban ahí afuera, haciendo de las suyas, aterrorizando a entrenadores novatos y moviendo sus influencias. Especialmente Giovanni, mi padre le tenía miedo —respondió entre sollozos—. No me dejó viajar, se lo imploré. Podemos elegir, pero siempre es una elección sesgada. Las circunstancias eligen antes por ti y tú crees que lo haces con libertad.

Alguien había elegido por ella, su destino se vio truncado por personas que ni siquiera supieron que lo hicieron. Tan sólo la existencia del Team Rocket había desatado un segundo caos sobre Azafrán, pero esta vez más destructivo y violento. La actitud de Adriana era un vestigio de lo que habían hecho, una consecuencia inesperada que arrasó con lo que pudo, como una bomba que aguantó mucho tiempo sin explotar. Las secuelas de los crímenes del Team Rocket seguían existiendo, ese era su legado en el mundo, el legado de Giovanni y su malsana ambición.

Jack se sintió algo identificado con la mujer, desde pequeño se vio obligado a ser un destacado entrenador, sólo por pertenecer a una familia de renombre en tal disciplina. Había intentado renegarlo y ahora era un error que lamentaba. Ahora estaba a pasos de ser alguien conocido, su participación en el incidente se conocería. Se especularía sobre sus habilidades en batalla, la expectación sobre él crecería. Su elección de ayudar lo estaba llevando hacia donde nunca quiso ir. Él tampoco había elegido completamente.

—Pues así es la vida —respondió rindiéndose humildemente ante su destino—. No tenemos otra opción. Elegimos dentro de lo que podemos elegir. ¿Qué le vamos a hacer? —el chico sintió que debía ayudar a Adriana de alguna forma. Había seguido un camino incorrecto, era una víctima de las circunstancias. No lo había elegido del todo—. No somos dioses, somos seres imperfectos, por lo tanto nuestra vida también debe serlo. Si no fuese así, la vida sería plana, rutinaria. Y nuestra única opción sería no poder elegir. No podemos decidirlo todo, pero podemos decidir lo que hacemos con nuestras vidas.

Jack EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora