Capítulo 49 - La verdadera razón

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Todo era caos, sirenas sonando por todas partes e incendios en sectores focalizados del centro de Azafrán, la plaza parecía un campo de batalla sin tregua, los ataques de los pokémon volaban de un lado a otro. Los líderes de gimnasio no dieron su brazo a torcer, varios entrenadores se les habían sumado para defender la ciudad de los furiosos y descontrolados reos que no escatimaban en usar sus tretas y engaños para salirse con la suya.

Muchos edificios habían sido saqueados o lo estaban siendo en ese preciso momento, más de algún ciudadano inescrupuloso se aprovechó de la situación para robar joyas o electrodomésticos de las tiendas del sector, ni siquiera los pequeños comerciantes se salvaron. El vandalismo estaba arrasando con todo a su paso. El sector se había convertido en un lugar sin ley.

Blaine estaba junto a Magmar y Rapidash defendiendo un famoso Café cuyos principales comensales eran jóvenes, cuando recibió una inesperada llamada. Ordenó a sus pokémon seguir con sus ataques para contestar su teléfono.

—¡Quien sea que me esté llamando, por favor llámeme en otro momento...! —solicitó amablemente el anciano líder, pero fue interrumpido por la preocupada voz desde el otro lado.

—¡Espera, Blaine! —suplicó el hombre— ¡Soy yo, Alphonse! ¡Por favor no cuelgues! ¡He estado intentando contactarme con Gary pero no contesta! ¡Necesito decirte algo importante.

—Por favor dime que no es algo malo, Lockhart —suplicó sin esperanza, su intuición le decía que no sería algo bueno.

—De las diez masterballs que teníamos...hay una falsa —comunicó con pesar y preocupación—. No sabemos cómo sucedió, pero sólo por suerte no fue la que le di a Gary. Lo único seguro es que hay alguien ahí afuera con una masterball y no sabemos cómo la consiguió.

—Maldición —dijo Blaine—. Y pensaba que las cosas no podían empeorar. Gracias, por llamar, le diré a los demás.

Ambos colgaron sus teléfonos, con la preocupación de algo peor podría suceder, las cosas ya estaban lo suficientemente mal como para que se pusiesen peor. Alguien tenía una masterball y sólo podía ser para hacerse con alguna criatura de gran poder.

Estaban solo él y sus pokémon. Ahora todo dependía del joven entrenador que alguna vez salió de Paleta junto a un pequeño Bulbasaur, con el sueño de llegar a la Liga y luchar en el último encuentro contra su mejor amigo. Pero el escenario era diferente a lo que había imaginado, la seguridad de una ciudad, y quizás la región entera, estaba en peligro. Se hallaba muy lejos de su cálido hogar y la armonía de su pueblo.

Los últimos pisos eran amplios campos de batalla para poner a prueba los tantos artilugios creados y fabricados por la enorme corporación nacional. El piso era de cemento, gélido y sin vida, igualmente las paredes blancas manchadas por diversos movimientos de los pokémon. No existían ventanas en aquel nivel, la única fuente de luz era provenía de los focos en el cielo oscuro y lúgubre.

Jack llegó al penúltimo piso, un hombre de cabello corto y ojos marrones lo esperaba del otro lado haciendo guardia a la escalera que lo llevaría al final del recorrido. Vestía una gastada chaqueta de cuero negro sobre una camiseta blanca, sus pantalones eran oscuros. El muchacho lo reconoció inmediatamente.

—¡Eres el sujeto que entró a robar al Museo! —indicó el chico con molestia en su mirar. Aquella vez Peter no le había dejado interferir.

—Mi nombre es Omar Jobs —dijo sin importarle, se veía desmotivado por la situación, como si no quisiese estar ahí, pero Jack no lo notó—. No quiero dañarte, pero lo haré si intentas interferir en esto —advirtió.

Jack EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora