Capítulo 15 - El S.S. Anne III

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La mayoría de las casas eran de un color blanco y con tejados anaranjados, muy similar a un helado de chirimoya alegre, aunque había varias de otros colores que resaltaban por su unicidad. Las calles estaban sumamente pulcras y, es que, desde que llegaron a Ciudad Carmín, Jack y Adam no habían visto ningún papel tirado en el suelo que ensuciase la urbe, era muy distinto a Azafrán. Los dos jóvenes se habían separado de Lyra en aquella metrópoli puesto que ella debía partir a una ciudad distinta para poder participar en un concurso pokémon. La despedida había sido bastante emotiva para el chico.

Ambos muchachos habían demorado poco en las bicicletas que les habían regalado. Resultó ser que la señora que defendieron de los motociclistas era la esposa del dueño de la tienda de bicis de Celeste y había mandado a buscar tres para ellos. Sin duda eso haría que se demoraran menos entre una ciudad y otra. No obstante, Jack no evitó sentirse desmerecedor de tal gesto de agradecimiento, pues sólo atinó a quedarse parado mirando al vacío mientras los demás hacían algo.

Cuando llegaron a Carmín, una refrescante brisa marina les pegó de frente, el encierro de Azafrán los había agobiado un poco. Pasaron cerca de un enorme solar que abastecía a gran parte de la urbe, lo habían construido con el propósito de hacer de la ciudad un lugar menos contaminante, hace tiempo habían tenido unos problemas con unos lodosos pokémon atraídos por la basura. Sin embargo, la principal atracción de la ciudad era el enorme puerto en sus costas, lleno de barcos pesqueros, turísticos o con mercadería, pero el más grande y llamativo era un enorme trasatlántico de bien cuidado blanco que se llevaba todas las miradas.

—Adam —dijo Jack al parar en la luz roja—. ¿Dijiste que tu primo vive aquí?

—Así es —le respondió—. Su casa está cerca del mercado, al lado del puerto.

—¿Atravesaremos toda la ciudad? —reclamó— ¿Pasaremos siquiera por el Centro Pokémon?

—Por supuesto. Sólo sígueme y no te retrases.

La luz del semáforo se tornó verde, por lo que comenzaron a andar en las bicis por las limpias calles de la urbe. Mientras tanto, Jack aprovechó de observar la ciudad, percatándose de que la mayoría de los autos eran eléctricos y no emitían gases. Luego de una normativa municipal, todo se había vuelto más amigable con el medio ambiente.

Después de varios minutos arribaron al Centro Pokémon. Ambos le pidieron a la enfermera que revisase a sus compañeros, Jack aprovechó de sacar una hora para enfrentar al líder de gimnasio en tres días más y, según escuchó de una conversación ajena, el tipo eléctrico era su especialidad.

Luego de revisarlos, partieron inmediatamente al hogar del primo de Adam. Cruzaron varias calles, usaron algunos atajos con poca gente y tráfico para terminar llegando a una casa de blancas paredes, su tejado era de un naranja más claro, desteñido por el sol, y tenía varias plantas de decoración que armonizaban la vista.

—¿De verdad no les molesta que yo venga? —preguntó Jack, se sentía incómodo por llegar como si nada a una casa de desconocidos.

—No. Cuando le avisé a tía Dolly de que venía con alguien más se alegró —dijo Adam con naturalidad.

—¿Enserio? —dijo Jack con incredulidad. No podía creer que alguien se alegrase de que un extraño viniese a quedarse a su casa por unos días.

—Sí —respondió Adam, pero no explicó por qué.

Dejaron las bicis apoyadas en la pared y Adam tocó la puerta. Una delgada mujer les abrió, tenía rasgos finos que resaltaban una sonrisa natural, su pelo estaba tomado y andaba con un delantal verde pálido. Los saludó amablemente para dejarlos entrar. Ambos tomaron asiento, Jack se sentía más incómodo que nunca, más que en el lujoso auto de Karin en Verde.

Jack EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora