Capítulo 17 - El Club de Fans de Pokémon

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Los tres jóvenes durmieron plácidamente, a Jack le tocó dormir en el sofá, pues no había más camas en la casa, en el Centro Pokémon hubiese dormido más cómodamente, pero no quería parecer grosero. Por la mañana, la señora Parker, o Tía Dolly, como la llamaba Adam, les sirvió el desayuno, tostadas y jugo de naranja. Jack intentó verse lo más educado posible, sin embargo, a Daniel no le interesaba mucho eso, él sólo bostezaba y comía con pereza.

Luego de comer, tomaron sus bicicletas y partieron inmediatamente al Club de Fans de Pokémon. Daniel fue a regañadientes, su madre lo obligó a ir, hace mucho tiempo que no salía dos días seguidos de su casa, y eso lo tenía muy molesto.

Cruzaron la ciudad acompañados de la típica calidez matutina. El día estaba despejado, algunas aves volaban el cielo, mientras que el viento del mar les pegaba en el rostro de vez en cuando. Demoraron alrededor de una hora en llegar al recinto, Daniel mantenía su expresión de descontento en su cara.

El lugar parecía una simple casa vista desde afuera, aunque con un diseño diferente al de la mayoría de los hogares en la ciudad. Su tejado era verde, sus murallas eran de ladrillos, pintadas de un color rojizo, mientras que la puerta era de un verde más oscuro, con una ventana con forma de corazón, esto último le pareció horrible al primo de Adam. Jack se aproximó para golpear la pintoresca puerta. Esperaron un rato hasta que el mismo presidente les abrió, seguía oliendo a naftalina como la vez pasada.

—¡Oh, mis queridos jóvenes! —exclamó el viejo— Me alegro de que hayan venido. Pasen, pasen.

Ingresaron y vieron una enorme habitación de murallas celestes, llena de personas conversando, algunas de pie, otras sentadas en sillones y unas pocas sentadas en círculo en el suelo. Uno que otro pokémon pequeño correteaba por el lugar, algunos dormían tranquilamente.

El anciano los condujo por la sala, invitándolos a sentarse en una mesa redonda de madera, había tres personas más sentadas ahí. Un niño de alrededor de diez años con el pelo ondulado y mirada optimista, una chica de veinte años con sus ojos llenos de confianza y un señor gordo que tenía los ojos tan chicos que no se sabía si estaba dormido o no.

—Mis queridos amigos —dijo el presidente—. Ellos son Jack, Adam y Daniel, y han venido a compartir con nosotros su fanatismo por los pokémon. Ellos son Blake —apuntó al niño—, María y Xenón.

—A mí me encantan los pokémon —dijo la chica—. Me gusta todo de ellos, me faltaría tiempo para decir todo lo que me gusta, realmente me fascinan —anunció con una enorme sonrisa que irritó más a Daniel.

—Yo presencié la Danza de la Luna —declaró Adam para lucirse. Los demás se maravillaron con tales palabras, sobre todo el presidente—. Muchos Clefairy y Clefable estuvieron ahí, de hecho uno de ellos le entregó dos piedras lunares a Jack —todos miraron al chico.

—¡Muéstranos! —exclamó Blake con un brillo especial en los ojos.

Jack abrió su mochila y sacó ambas piedras que emitían un constante y tenue parpadeo ante las atónitas expresiones de los fanáticos, incluso Daniel se vio algo curioso. Él había visto piedras evolutivas, pero ninguna tan misteriosa como aquellas.

—¿Por qué no van directo al grano? —preguntó el perezoso chico con un tono de reclamo para acelerar un poco las cosas.

—Bueno, la verdad es que hemos venido por su auxilio —mencionó Adam con su particular manera de hablar. Mientras tanto Jack guardaba las piedras.

—En dos días lucharé contra el líder de gimnasio de esta ciudad y necesito alguna estrategia. Pensé que ustedes podrían ayudarme.

—Claro —dijo Xenón, quien no había dicho nada desde que se conocieron—, pero para eso tenemos que ver tus pokémon —estaba tan gordo, que le costaba respirar bien—. ¿Qué tal si vamos a la cancha de atrás? —propuso.

Jack EvansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora