Capítulo 20

57 13 78
                                    

  Era muy cálido.

  Una de las cosas que hace más difícil el dejar la cama en la mañana, es cuando esta haciendo frío pero la cama está completamente tibia. La sensación de confort en tu cuerpo te hace pensar "solo cinco minutos más", arropandote cómodamente, cerrando los ojos con firmeza para volver a dormir e incluso dejar que tu gato te abrace, porque a pesar de estar recostado en tu brazo entumecido, es como un calentador que hace ruiditos al dormir, cuyo pelaje mantiene mas abrigada la mitad de tu cuerpo, desde el hombro hasta las rodillas.

  Luego y a pesar de tus intentos por evitar que pase, la sensación de adormecimiento de tu mente se disipa lo suficiente como para que te des cuenta que tu gato no es tan grande ni tan pesado, o que tampoco son tan largas sus patitas como para abrazarte.

  O que tampoco huele a manzana y canela.

  Abrí mis ojos lo suficiente para descubrir que no estaba en casa, sino en la habitacion de Kris, con la susodicha dormida sobre mi hombro.

  Por favor no, por favor no, por favor no.

  Quité la sabana y miré hacia abajo con el corazón en un puño, deseando no haber hecho ninguna estupidez, y respirando aliviado al notar que no había indicios de que hubiésemos cometido ninguna locura. Toda la ropa estaba en su sitio, incluyendo mis zapatos.

  Traté de recordar la noche anterior.

  Kris se había recostado sobre mí buscando consuelo después de relatarme lo que le había ocurrido años antes, yo le habia pasado un brazo sobre sus hombros y eventualmente el otro, formando una especie de abrazo de oso. Aparentemente nos habiamos quedado dormidos recostados en el suelo frente a la ventana, en medio de un lio de mantas y almohadas que debimos halar desde la cama.

  La luz tranquila propia de un sábado se colaba por la ventana, iluminando la habitación, indicándome que ya había amanecido... Y que sus abuelos ya estarían despiertos.

  Intenté deslizarme por debajo de ella, pero mi brazo izquierdo estaba completamente dormido bajo su peso, y al intentar moverme un ramalazo de dolor me atravezo desde la espalda baja hasta la cerviz, consecuencia de haber dormido en el piso.

  —Kris, despierta —susurré, esperando que se moviera lo suficientemente para que me circulara la sangre por mi brazo, que se sentía lo suficientemente dormido como para una amputación.

  Su cabello cosquilleaba mi clavicula, parte de mi cara y mi oreja, enrollándose con uno de mis piercings; su brazo izquierdo atravesaba mi pecho hasta mi hombro, donde su mano se encontraba con la derecha que pasaba por debajo de mi cuello, y su pierna izquierda rozaba peligrosamente  mi entrepierna. Toda postura en ella era una especie de llave irrompible de koala.

  Su camisa de dormir se había subido dejando a la vista una porción de piel de su estomago levemente arredondeado, manchado con diminutas líneas zigzagueantes que iban desde su cadera hasta su ombligo, como la estela que dejaría en el agua un pez feliz. Su cara reflejaba la tranquilidad de un sueño profundo y reparador, mientras que su respiración acompasada me calmaba, haciéndome sentir que todo estaba bien. Todo en Kris era como cuando tienes un día muy pesado y solo piensas en ese lugar especial, donde respiras paz y seguridad, y todos tus problemas ahí se sienten mas pequeños, lejanos o menos importantes. Para mi esos lugares eran mi cama y mi guitarra, hasta ahora.

  Nunca hubiese creído que los pequeños brazos de Kris pudieran sentirse como un lugar especial, o que su calor me recordaría a la tibieza de la vida, el afecto y la seguridad. 

  Cerré los ojos y me abandone a la paz de sus brazos, a la sensación de su pelo rebelde y enmarañado y de su respiración de felino durmiente.

Los Chicos Guapos También LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora