Capítulo 12

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  El sudor corría por mi espalda mojando mi camisa negra. La corbata que traía a esas alturas estaba desordenada por mi contínuo movimiento, mechones de cabello caían por mi frente, y nada de eso me importaba.

  Cuando subía a un escenario, era como si otro Ángel tomara posesión de mi cuerpo, y yo agradecido, me abandonaba a la sensación de los sonidos invadiendo cada uno de mis sentidos, más allá del simple oído común. La música entraba y salía por cada poro de mi piel, acariciándome en todo el cuerpo. Mi paladar se deleitaba con los sonidos provenientes de mi garganta y diafragma. Me sentía pleno, me sentía yo.

  A esas alturas ya habíamos terminado con las peticiones de esa noche, que iban desde canciones simples como Sweet Sinphony* (donde Axel había tenido que cambiar su guitarra por un desvencijado violín de la trastienda), Mujer amante,* Watermelow sugar,* Pumped up kicks* (las voces de los gemelos eran increíbles para esta), Sugar de Maroon Five,* I miss you de Bling 182,* hasta otras más exigentes para la guitarra como Basket case,* Cuando no es como debería ser,* y una en especial que me encantaba tocar pero me daba asco cantar: Clavado en un bar de Maná.* Quien sea que haya pagado por escuchar esa última, debía sentirse más pisoteado que el tapete de la entrada. Pobre tonto.

  Hablar fluidamente inglés era un requisito para todos en mi carrera. Lo bueno era que podíamos entender todo lo que tocábamos y cantábamos, lo malo era que habían letras de senciblerias románticas que preferiría no saber lo que decían. Pero que se le iba a hacer.

  Luego habíamos comenzado a alternar canciones de nuestra propia autoría, que también tenían una buena recepción por el público. Mientras cantaba una canción en particular, pase la vista por los espectadores.

Voy sintiendo la fuerza de tu olor,
Y te sostengo con temor.
Se que extrañas el sabor
De mis besos oh, son tentación...


  Una pareja en una mesa comenzó a ponerse más acaramelada mientras la oían, y pude distinguir que el chico le dedicaba mi canción a la chica que lo acompañaba. Ridículos, me dije a mi mismo. Si supieran que esa canción yo la había compuesto pensando en un vaso de café que compre para llevar seguro les parecería menos romántica.

Porque tú, solo tú,
Con tu cálida mirada,
Te deseo desde mi almohada,
Alegrando mis mañanas,
Con tu amarga sensación...

  Debo añadir que ese café sobre el que compuse había terminado quemándome la boca, puesto que mientras escribía esa canción me olvidé de soplarlo. Pasé varios días con la mitad de mis papilas gustativas calcinadas.

Porque tú, solo tú,
Eres mi suave anhelo,
La razón de mis desvelos,
Como amargo caramelo,
Eres mi eterna adicción.

  Oh, no. Habían comenzado a besarse, y por la manera en que lo hacían, podía afirmar que eran una pareja nueva e inexperta. De lo contrario, no hubiesen succionado la mitad de sus caras como dos peces besucones,* babeandose la faz. Asqueroso.

  Terminé los últimos acordes de la canción y comenzó una oleada de aplausos.

  —Oye, Ángel —escuché que me llamaba Ron.

  Volví la vista y ví que el Jefe le entregaba un trozo de papel a nuestro baterista en cuestión, al tiempo que nos acercábamos para oír por encima del ruido.

  —¡No lo escuchamos! —dijo Alex.

  —Dije que son peticiones de último momento —contestó con fuerza.

Los Chicos Guapos También LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora