Capitulo 6

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  El sábado por la mañana me despertó el sonido de mi celular. Liberé un brazo de la sabana y contesté un soñoliento diga, con los parpados aún pegados.

  Mark, Kris y yo no habíamos pegado ojo en 72 horas con tal de terminar todo el segundo informe, y a pesar de seguir funcionando a base de café y voluntad, la pequeña dictadora fue muy enfática en que dormir estaba prohibido hasta que completáramos todo, así que me escurrí el cerebro lo más que pude hasta que entre los tres dimos a luz a un trabajo que ella catalogó como aceptable. En serio, esa mujercita quería matarnos.

  Habíamos terminado el segundo informe casi a media noche, y aunque la abuela de Kris insistió en que nos quedáramos a dormir ahí, Mark no podía dejar que su hermana menor estuviera sola en casa (su madre había doblado turno y sus dos hermanas mayores no estaban tampoco), así que tuvo que declinar la oferta. Yo no tenía ninguna responsabilidad extra más que el gato feo y mis peces, a los que les di su cena temprano, pero sinceramente el abuelo de Kris no parecía muy feliz de que un chico durmiera bajo el mismo techo que su adorada nieta. Ya me lo imaginaba: cuando su esposa durmiera se pondría su camuflaje militar en medio de la noche, espiándome con un cuchillo entre los dientes para asegurarse que su pequeña estuviera a salvo. Kris nos había dicho que tenía una colección de cuchillos junto con algunas granadas en el ático.

  En vista de eso, todos dormimos bajo nuestros propios techos, y en serio, la parte inocente de mi creyó que debido al cansancio, Kris me perdonaría llegar más tarde a nuestro compromiso. Tonto de mi.

  Ni que decir que si no me hubiese apartado del aparato a tiempo, mi tímpano habría salido volando por mi otro oído. Hasta el gato feo se bajó de la cama y se puso bajo mi escritorio, siseando ante el peligro.

  —Austen, cálmate, son las 7 de la mañana  —me quejé.

  —¿Sigues en la cama? ¿No habíamos quedado a las 6:30?

  —Claro que sigo en la cama, son las primeras horas de sueño en varios días. Ni siquiera sé cómo puedes sonar tan eléctrica con tan poco sueño. ¿Qué eres, un robot?

  —Sí, claro. Trae tu trasero a mi casa. Necesito que me ayudes con unos paquetes, recuerda que lo prometiste.

  —Si señora.

  —No olvides que te estoy ayudando con TUS tareas también —era cierto, tenía más tareas para el lunes, y ella sabía cómo convertir un 8 a un 9.5 con solo arreglar todos mis errores de dedo.

  —¡Espera! Creo que tengo un problema —dije recordando.

  —¿Qué ocurre?

  —Olvide comprar comida para gato. Debo ir por ella primero.

  —¿Comida para gato?

  —Si, al final Andrea me dio la custodia obligatoria del gato feo, y déjame decirte que es un gustoso, no come a menos que sean Wiskas.

  —Eres un descuidado con tus mascotas.

  —Es que lo olvidé.

  —Si, no lo dudo. Bueno, ya qué. Trae a tu gato contigo, le conseguiré algo en el minisuper de acá cerca o mi abuela podrá prepararle algo y lo alimentamos acá.

  —¿No te meterás en problemas?

  —Depende. ¿Es un gato maleducado?

  —Pues ¿Que te digo? Tiene el humor de mi tía Ruth y los escrúpulos de Tyler.

  —Entonces no hay problema, estará con mis abuelos. Lo dejamos en mi habitación comiendo y lo recoges cuando terminemos.

  —Está bien, llego en un rato —contesté incorporándome.

Los Chicos Guapos También LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora