Capítulo 34

47 6 10
                                    

  Mi gato estaba muriendo.

  Había estado tan inmerso en mis cosas, que no había notado que no solo había perdido el apetito y se la pasaba acostado aún más de lo usual, sino que además sus maullidos eran de puro dolor.

  Lo había encontrado hecho una bola en mi cajón de calcetines (aún no sabía cómo se había metido ahí), por lo que cuando intenté abrir el cajón el jueves por la mañana, su peso me había dificultado desatorarlo, haciéndome forcejear. En medio del movimiento, unos maullidos lastimeros me alertaron que quizás había lastimado a mi gruñona mascota.

  Intenté cargarlo, pero me gruñó con la agresividad de un animal herido, arañandome la mano.

  —Hey, ¿Que pasa Bestia? —dije en voz alta, como si esperara que me diera la respuesta. Noté que su cuerpo estaba menos caliente de lo normal, como si tuviera frío.

  Eso definitivamente no era normal.

  Saqué todo el cajón con cuidado y lo puse en el suelo sin saber que hacer. Lo tenté con comida, juguetes y golosinas, pero nada parecía hacerlo reaccionar. Sus lamentos gatunos continuaban mientras se dejaba caer sobre su costado, como una fiera derrotada. Sus fauces estaban semi abiertas, como si no pudiese respirar con normalidad, e intentaba incorporarse para lamerse la pata trasera, pero era imposible. Su largo pelaje usualmente pulcro, estaba desordenado y sin brillo.

  No, si tenía brillo. Ahí en su pata trasera brillaba mucho en su pelaje marrón.

  "¿Marrón? Nunca ha tenido pelaje marrón, es blanco con amarillo y negro" pensé, para luego ver su pata más detenidamente.

  Lo que yo miraba no era negro, ni marrón, sino rojo.

  Rojo sangre.

  —¡Oh, no, Bestia! ¿Que te hice?

  ¿Te has dado cuenta que cuando más necesitas que tu cerebro trabaje y de ideas, es cuando más se te desconectan los cables? Como si el muy infeliz lo hiciera a propósito.

  "Oye, parece que tienes una emergencia, así que no voy a estorbarte y saldré a pasear un rato. Suerte humano."

  Si, seguro que así era.

  De otro modo no entendía por qué seguía caminando en círculos con el teléfono en la mano sin saber que hacer o buscar. Toda la información en la palma de mi mano restringida porque había olvidado como se desbloqueaba.

  Comenzó a vibrar en mi mano.

  ¡Concéntrate Ángel! Rojo es para detener y verde para avanzar... ¿O eso era para los semáforos? ¡Que importa, tu desliza al verde, date prisa, carajo!

  —¡No sé que le ocurre a mi gato, creo que está muriendo! —exclamé al teléfono.

  ¡Idiota! ¡Estás contestando una llamada, no marcando a emergencias!

  —¿Y a mí que me dices? —respondió la voz de Tyler al teléfono—. Más te vale que no estés fumando nada mientras Lily este contigo, que te juro que te demando por posesión, promoción y tráfico de drogas en menor incapaz, y te aseguro que...

  —¡Ay, no! ¡Esta convulsionado!
 
  —¡Imbesil! ¿Que le diste? —gritó.

  —¡Nada! ¡Te juro que no sé qué tiene! No ha comido bien sus croquetas desde hace días, pero hoy amaneció así!

  —¿Que cosa balbucéas?

  —¡Sus croquetas, Whiskas, no las ha tocado por más que se las he ofrecido, sigue ahí echado, y comenzó a convulsionar justo ahora!

Los Chicos Guapos También LloranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora