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Joaquin
Mire la hora en mi reloj de muñeca; 21:29 AM. Literalmente los últimos 29 minutos me dedique a dirigirme hacia aquí y pensar seriamente en lo que estaba a punto de hacer.
Me encontraba frente al hotel, parecía muy lujoso. Respire hondo y entre. Habían varias personas en el lobby y otros en el restaurante del hotel.
Miraba nervioso hacia todos lados, ¿como se supone que lo reconocería? Esto fue una muy mala idea.
Di media vuelta, tratando de huir, pero increíble sorpresa me lleve al chocar contra un fuerte cuerpo. Mis ojos estaban fijos hacia el pecho desconocido, me encontraba en shock y avergonzado.
Alce mi mirada, siendo cautivado por unos ojos color café. Me miraban fijamente, haciéndome sentir intimidado. Abri mi boca, tratando de hablar, pero ni una sola palabra salió.
Dios santo, ¿que carajo te pasa, Joaquin? Despertate del ensoñamiento, pelotudo.
Trague grueso, respirando hondo.
- P-Perdón. - Me aleje al notar que estábamos a centímetros de distancia.
- Tranquilo, fue mi culpa. - Al oír su voz algo hizo click en mi cabeza.
Es el, tiene que ser el. Lo mire, siendo sincero era muy hermoso. Sus ojos eran café y su cabello rubio.
Sus labios eran carnosos y rosados, tenia tatuajes a los costados de su cara y en su cuello. No se si tendrá en otra parte, a lo mejor hoy lo compruebo.
Sentí mis mejillas calentarse por mis pensamientos. Sacudí mi cabeza levemente y lo mire. Todo aquel pensamiento de arrepentimiento se disolvió por completo.
Sin saber como mierda decirle que fui yo quien lo llamo sin que me muera de la vergüenza, decidí sacar la tarjeta que estaba en mi bolsillo y mostrársela.
El desconocido frente a mi, miro la tarjeta, para después mirarme a mi y hacerme un escaneo con sus ojos de pies a cabeza. Sentí mis mejillas calentarse nuevamente al notar como una sonrisa de costado se formaba en su rostro.
Su mano tomo mi mentón e hizo algo que me dejo completamente en shock, con sus labios dejo un casto beso en los míos. Para rematar, paso su lengua por sus labios, lamiéndoselos.
Podía sentir hasta mis orejas calientes. Mis piernas temblaban como si fueran gelatina. Sin decir nada, tomo mi mano y camino hacia donde estaba el recepcionista.
Sin decir palabra, el hombre le entrego la tarjeta de una habitación. Fruncí el ceño, ¿acaso se conocían o que? El rubio me llevo hacia el ascensor, donde presiono el botón del piso 4.
Un silencio incomodo nos invadió, o por lo menos para mi si lo era. Mi mirada estaba fija hacia delante, no podía mirarlo. Pero en cambio, cada ciertos segundos podía notar como me miraba de reojo.
