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Keyla

Sentí su mano aferrarse bruscamente a mi cuero cabelludo. Me volteó de malas maneras, dejándome de rodillas frente a él. Mi mirada se posicionó de forma inmediata en el centro de sus pantalones.

Él, al darse cuenta, tiró de mi cabello, causando que mis ojos se fijaran en su cara. Mis labios se estiraron, mostrándole una juguetona sonrisa.

—Así solo voy a pensar en todo lo que puedo hacerte con la boca —mi mirada estaba fija en los ojos de él, los cuales habían agarrado un tono más oscuro. Su mandíbula estaba endurecida y su pistola estaba clavada en mi frente. Aún estaba un poco caliente por el tiro de antes.

—Lárgate y agradece que no te haya pegado un tiro —le escupió a la chica que observaba todo con atención —. Ya te aguanté demasiado, no quiero volver a verte. Largo.

Por unos segundos no se escuchó nada de su parte, así que quise voltearme, cosa que no sirvió ya que Mateo me lo impidió. Seguía teniendo agarrado mi cabello.

Sentía la mirada de la chica quemándome la nuca. Me estaba mirando con odio, eso estaba claro.

—¿No escu...?

—¡E-eres un imbécil, un hijo de puta! —chilló de repente, haciendo que toda la atención de él se concentrara en ella. Me giré yo también para observarla cuando Mateo se distrajo. Estaba enfadada y parecía tener ganas de llorar —¡Me quitas la virginidad y luego te vas a follar con otra!

No pude aguantarme la risa al escuchar eso, se los juro que lo intenté. Nadie la mandó a venir a por mí. Vino por su cuenta con la intención de sacarme de su camino para tener vía libre con Mateito. 

Al parecer, el criminal la había desvirgado y ella estaba pasando por la típica obsesión de la primera vez. Creo que no sabía quién era yo en realidad y que mi objetivo no era quitarle el noviete.

Uh, vaya dramas se montaban.

—¡¿Cómo te atreves a reírte?! —avanzó unos pasos hacia nosotros, enfurecida. 

Al principio no me di cuenta, pero luego noté que me miraba a mí.

—Ah, ¿me lo dices a mí? —la miré con una socarrona sonrisa.

—Sí —dijo con enfado.

Alcé mi mirada hacia Mateo y negué con la cabeza.

—Así es normal que no los tome enserio —me levanté del suelo para quedar frente a él —. Qué vergüenza de criminales.

La expresión sombría con la que el delincuente la miró tras mis palabras la aterró. Se acercó a ella con la rabia latiendo en su mirada, le faltó el respeto delante de mis narices y no creo que eso le guste mucho. Le hace perder su honor de líder.

—Tú fuiste quien vino a mí, te metiste en mi maldita cama, te enganchaste y ahora me culpas. ¿Quién carajos te crees que eres? —masculló para que solo lo escuchara ella, aunque me llegó a mí también —. No me obligues a callarte la boca con esta mierda.

Su voz sonó ronca al decir eso último, le mostró el arma que tenía entre los dedos y la chica bajó la cabeza, avergonzada —. Largo.

Atravesó la cocina cabizbaja y salió por la puerta del departamento. Ahora resulta que la gente puede venir y pasearse por mi casa como si fuera la suya.

Me serví una copa de vino y caminé de nuevo hacia el salón, pero Mateo me detuvo agarrándome bruscamente el antebrazo.

Le jodía que no me tomara en serio su presencia.

—No te atrevas a dirigirte a mí de esa forma —escupió —. Controla tu maldita boca si no quieres terminar siendo una estúpida inválida.

Alcé mis cejas de forma divertida. ¿En serio me estaba diciendo eso?

—No me pidas que te tome enserio después de eso, Palacios —tomé un poco de mi bebida.

—Si te digo que vas a trabajar para mí es porque así será —ignoró mis palabras y avanzó unos pasos, causando que tuviera que alzar un poco la cabeza para mirarlo —. No digo las cosas por nada.

Era consciente de que él también tenía un plan en mente, y no sabía qué tanto podía interferir en el mío. Pero, ¿saben qué? Yo tenía claros mis objetivos y debía priorizarlos ante todo. Me daban igual las consecuencias, si eso iba a agilizar el proceso, entonces iba a hacerlo.

—¿Qué tipo de trabajo? —le pregunté con una sonrisa coqueta. Avancé un paso hacia él, quedando cerca de su rostro. Mi mirada era una mezcla de desafío y diversión mientras que la suya estaba hundida en el hambre de matar —Vamos, Mateito, solo era una broma para aliviar el ambiente.

Bueno, era momento de reconocer que Palacios era un hombre atractivo. Tanto él, como su forma de ser. 

—No juegues conmigo —advirtió antes de empujarme con fuerza. Justo cuando mi espalda impactó contra la pared, su mano hizo un rápido movimiento con la intención de clavarme el cuchillo que anteriormente había sacado de sus pantalones. Mi mano agarró su muñeca con fuerza, evadiendo la puñalada que, probablemente, iba a perforarme algún órgano.

—Calma, fiera —le susurré con una sonrisa. Me gustaba provocar al peligro —. No quiero morir antes de descubrir qué tanto eres capaz hacerme.

Sus ojos seguían observándome serios, no podía ver más allá, pero sentía que algo en su mirada se descolocó al escucharme.

—Definitivamente, este fue el mejor primer encuentro de mi vida —comenté mientras torcía su mano, causando que el cuchillo cayera al suelo. Sus ojos ardían en llamas y eso me divertía aún más —. Acepto solo si Arnold no se entera.

Tenía que hacerle creer que no estaba teniendo una buena relación con él.

—¿Te da miedo que piense que su hija es un fracaso? —por primera vez, pude ver una pizca de burla en su expresión. Sus manos alcanzaron mis muñecas, torciéndolas también para devolverme lo que le hice.

—No te creas tanto, guapo, tengo más poder sobre ti de lo que piensas —le guiñé un ojo. Su expresión volvió a ser sombría.

No mentía, si en verdad quisiera él no estaría ahí. Podría entregarlo fácilmente y demostrarle que podía con él, pero mis objetivos iban más allá.

Mateo quería que fuera otra de sus subordinadas —no iba a serlo ni de flash—, la oportunidad vino a mí por sí sola. Eso también iba a servirme para investigar sus intenciones.

—No me conoces, no te hagas ilusiones.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora