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Él se cruzó de brazos, mirándome sin contestarme.

—Lamento informarte que ya no eres bienvenido aquí.

—¿Ahora me echas? —metió las manos en los bolsillos de su pantalón, dando un paso adelante y correspondiéndome la desafiante mirada.

—Pues sí —me crucé de brazos, sin desviar mis ojos de los suyos.

—¿Olvidas qué soy para ti?

—¿Un tipo excesivamente egoísta y cabrón? Nah, tranquilo, eso no es fácil de olvidar —Mateo enarcó ligeramente un ceja ante mis palabras, como si le hubiera parecido ridículo que le soltaran sus verdades en la cara.

—¿Nos ponemos a analizarte a ti? —cuestiona en respuesta.

—Te diría que sí, pero ahora mismo ver tu cara me está causando estrés

—¿Ah, sí? —ladeó la cabeza.

—Sí —asentí.

Avancé otro paso más hacia él hasta el punto de que nuestros pechos se rozaran. La cercanía en ese instante era por puro desafío. Observé sus ojos oscuros con burla.

—Además, tu capacidad de hacer que las personas que te rodean te odien es tan efectiva que ya ni siquiera te deseo. Ah, y que sepas que yo jamás renunciaría a un capricho, así que imagínate lo bien que te funciona... —las palabras se desvanecieron de mi boca en cuanto noté que su mirada ya no estaba anclada a la mía. Los ojos se le desviaron a mis labios, como si solo fuera vulnerable a mis encantos cuando estaba enojada.

Porque lo estaba, aunque lo que decía lo hacía parecer una broma.

Le importaba una mierda lo que mi boca soltaba, eso estaba clarísimo.

—Mis ojos están arriba, campeón.

Entonces volvió a clavar su mirada en la mía.

—Lo sé —su aliento se mezcló con el mío cuando soltó eso —. Mira, me dan igual tú y las estupideces que dices, así que iré al grano.

—Adelante, porque me estoy hartando de escucharte.

—Qué testadura —esa vez fue él quien avanzó hacia mí, obligándome a retroceder para no tropezar. Aunque eso no sirvió de mucho, porque volvió a avanzar. Puse mi mano en su pecho y lo empujé un poco para alejarlo, pero él agarró mi muñeca, destruyendo otra vez esa distancia.

Seguía intentando intimidarme, aun sabiendo que conmigo eso no iba a ocurrir.

—¿Eso es para ti ir al grano? —alcé una ceja con los brazos todavía cruzados.

Tras lo que dije, se quedó varios segundos en silencio, observándome con fijeza a los ojos.

—No quiero volver a verte cerca de nosotros —la firmeza y seguridad era evidente en su voz.

No voy a mentir, no me esperaba que eso fuera lo que tenía que decirme. Aunque, sabiendo que seguía creyendo que la culpa de todo lo que sucedió esa semana fue mía, eso era algo deducible. Mateo era alguien que no confiaba en nadie hasta que no se demostrara que podía hacerlo.

—Genial, pues —dije sin más —. Me ahorraste las palabras, porque eso era justo lo que quería decirte.

Al escucharme, su ceño se frunció, como si le molestara que la idea la hubiera considerado yo antes que él. Cuando me alejé de su cuerpo, sus ojos se oscurecieron más de lo que ya estaban.

—Haz el favor de largarte, no vaya a ser que te pongas a llorar aquí en medio —comenté, tirándome sobre el sillón con el control de la TV en manos.

No escuché nada más de su parte, así que supuse que me hizo caso.


Mateo

—¿En qué mierda estabas pensando? —bufó Tiago, pasándose una mano por el pelo y caminando de un lado a otro —. Esa chica es oro, hermano, no entiendo cómo pudiste ser tan estúpido.

Suspiré por enésima vez, llevaba como diez minutos quejándose de haberla "echado" de la banda.

—No cuestiones mis decisiones —le repetí por tercera vez, dejando la última caja de mercancía en el almacén. Sacudí mis manos para eliminar el polvo que se había acumulado en ellas —. Entiende que si la hubiera dejado quedarse nos llevaría a la ruina. Tú ahora no lo entiendes.

—Venga ya, Mateo, esto no es una película —frunció el ceño.

—No soy idiota, sé que pretende algo que va más allá de atraparme —prendí un porro y me lo llevé a la boca —. Hay algo que se calla, lo sé, y no quiero llevarme la sorpresa cuando...

No supe cómo terminar la frase, así que la dejé sin más. Expulsé el humo de mi boca, sintiendo la mirada de Tiago clavarse en mi perfil.

Con lo chismoso que era, era evidente que no iba a dejar el tema.

—¿Cuando qué? —ni siquiera yo sabía la respuesta —. ¿Acabas de insinuar lo que creo que acabas de insinuar?

¿Qué diablos estaba diciendo?

—Qué fastidioso eres —rodé los ojos, soltando un bufido, cansado ya de que siempre pensara lo mismo —. No, deja de suponer cosas extrañas.

—¿Entonces, "cuando" qué? —repitió la pregunta con tono insistente. Tiago era incluso peor que Keyla en cuestiones de obstinación.

—Cuando confíe en ella —lo miré por unos segundos y, en cuento vi la estúpida sonrisa que tenía en la boca, supe que eso era lo que le faltaba para terminar de montar la maldita historia que tenía en la cabeza.

Genial.

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¿Opiniones a parte de que me ha costado la vida subir otro capítulo? JAJAJJAJS

Y a parte de que es cortito también.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora