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Keyla

—Estás obsesionada conmigo, supérame ya —espetó antes de pasar sus brazos por mi espalda y piernas para alzarme al aire de una. Rodeé con mis brazos su cálida cuello y observé su rostro con atención mientras él fijaba su mirada al frente para empezar a caminar.

—Qué romántico todo —comenté fingiendo inocencia y felicidad, sonriendo e ignorando con totalidad sus palabras.

—Lo hago porque me retrasas —justificó su acto. Solté una leve risa, haciendo que mi aliento chocara contra su oreja.

—Claro que sí, machote —murmuré con diversión, palmeándole los músculos del brazo.

—Hazle un favor al mundo y cállate —fue lo único que dijo.

Últimamente me mandaba mucho a callar el condenado.

Caminó durante unos minutos más sin decir una sola palabra. Parecía que el silencio era algo que le gustaba. Yo tampoco quise decir nada, se sentía muy bien sentir su caliente piel contra la mía y observar su perfecto rostro de bandido.

Sin duda, su aura iba a ser algo difícil de olvidar. Él era la persona que más deseaba poseer en esos instantes.

Llegamos a la sala donde dejé al líder del ya no existente negocio.

Me bajó, haciendo que mis pies tocaran el suelo. No sentía la pierna y el dolor no es que fuera poco, al contrario, parecía  que me estuvieran clavando tenedores en la herida. Inevitablemente, puse una mueca tocando el lugar donde me metieron el balazo.

—A ver si de esta salgo entera —murmuré más para misma que para Mateo, que estaba forzando la cerradura.

Yo tenía las llaves, pero bueno.

Se guardó la navaja con la que intentó abrir y pateó la puerta para abrirla totalmente.

Entró, dirigiéndose directamente hacia el tipo que estaba tumbado en el suelo, supuse que todavía estaba inconsciente.

Yo, en cambio, me dirigí a su escritorio y me senté en su silla, estirando mi pierna. Quité la venda improvisada, que estaba llena de sangre, y saqué la última navaja que me quedaba en la bota.

Mientras tanto, Mateo estaba ocupado tirándole agua en la cara a ese cuarentón.

—¿La princesita se despierta o no? —pregunté mientras cortaba parte de mi ropa.

—La pusiste a dormir bien, parece —murmuró, rodeando su cuerpo. Me miró a los ojos por unos segundos, luego miró mi pierna y el cuchillo que tenía entre mis dedos —. ¿Qué haces?

Se acercó a mí con el ceño fruncido.

—Me sacaré la bala —le informé, agarrando la botella de alcohol que había encima del escritorio. La abrí tiré el líquido en la hoja metálica.

Me miró fijamente por unos segundos, luego me dio la espalda para volver con ese hombre.

—Te vas a joder la pierna.

—¿Qué quieres? ¿Que espere a que me lleves al médico? —contesté ante eso.

—Tengo sanadores en la banda, pero tú misma —finalizó, mientras le quitaba todo lo que tenía en la chaqueta al cuarentón. Lo metió todo en una bolsa plástica que tenía en las manos. Luego comenzó a buscar algo de importancia en la sala, que al parecer también era su despacho.

Dejé de prestarle atención para concentrarme en lo mío.

Me metí la tela que había arrancado de mi ropa en la boca para reprimirme con eso.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora