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El bullicio de la gente se podía escuchar desde fuera, pero para mí estaba comenzando a ser algo lejano. La marihuana comenzaba a hacer efecto, sentía mis músculos comenzaban a relajarse. Me senté en el suelo, con el porro entre mis dedos. Bebí de la botella que seguía teniendo en la mano, la combinación era una maravilla para mi tranquilidad.

Escuché un par de pasos a mi alrededor, pero no les di importancia.

—¿No compartes? —sentí su asquerosa voz otra vez. Alcé la cabeza, encontrándomela parada frente a mí, apoyada en el capó de la furgoneta. Solté el humo de mi boca, desviando mi mirada de ella, poco interesado en lo que tenía para decirme.

Ella avanzó unos pasos hacia mí, estando entonces a centímetros de pisarme los pies. Drogada parece que el enfado de le pasa rápido.

—Lárgate —le pateé ligeramente la pierna para que se alejara de mí, acto que no obtuvo resultado.

Escuché una pequeña risa de su parte, así que volví a anclar mi mirada a la suya. Los ojos le brillaban por la tenue luz del callejón, me observaba con interés, convirtiendo su ser en una pesadilla para mi estabilidad. Me lamí los labios, apartando mis ojos de ella y me volví a llevar el porro a la boca.

—Me intriga tu enfado —informa, agachándose frente a mí, apoyándose de puntillas con la ayuda de mis rodillas, poniendo sus manos en ellas — ¿Son los celos o la marihuana?

Puse mala cara.

Yo era el que no la entendía, no ella a mí.

—Aparta —la amenacé con la mirada.

—¿Por qué? ¿Estás nervioso? —se burló con la lengua pesada, analizando mi cara con ojos juguetones. La seriedad en mi rostro demostraba la poca gracia que me hacían sus bromas, pero igualmente no dije nada.

Ella sabe que no es cierto, así que por el momento la mejor opción es ignorar todo lo que suelta su estúpida boca en ese estado y dejar que represente mi silencio como le salga del culo. Me levanté del suelo cuando sentí la necesidad, la empujé lejos de mí, haciéndola perder el equilibrio por unos segundos. Agarró mi mano para no caer y se impulsó hacia arriba, levantándose también y eliminando la poca distancia que había.

—Pareces una garrapata —solté en voz baja, con la garganta seca.

—Bien que te gusta —contestó. Suspiré como si no tuviera remedio. La hija de puta tenía respuesta para todo.

Cuando quise dar otra calada, ella lo evitó aferrando sus dedos a mi muñeca.

—No colmes mi paciencia —la avisé, queriendo zafarme de un tirón, pero antes de hacerlo Keyla llevó mi mano a su boca para ser ella quien tomara la calda. Observé como, mirándome a los ojos, colocó el porro entre sus labios enrojecidos.

No entendí por qué mierdas la dejé hacer eso.

Aparté la mano con brusquedad, haciéndola sonreír sin dejar escapar el humo.

Quise interrumpir su juego y empujar su cuerpo lejos de mí, era una completa idiotez esa situación. Ella vio mis intenciones, pero no le importó; ya que su mano se envolvió en mi nuca y me acercó a su boca. La incredulidad que me provocó su acto no me dio tiempo a hacer nada de lo que he mencionado.

No sabía que demonios quería hacer, pero intenté apartar la cara para evitar cualquier estupidez de la cual seguramente me arrepentiría cuando se pasara el efecto que me tenía medio tonto.

La miré a los ojos, en los cuales latía la diversión, mostrándolo en un juguetón brillo.

Expulsó el humo directamente contra mi cara, nublando mi vista por unos segundos. La sonrisa plasmada en su boca mostraba su perversión.

—¿Esperabas un beso? —hizo un puchero, observándome a los ojos sin temor alguno.

—Esperaba una razón para taparte la boca con cinta y encerrarte hasta enloquecer.

—Siento desilusionarte, entonces —palmeó mi mejilla con diversión y se levantó. La miré con rencor.

—Lo haré de todos modos —le escupí, aplastando el porro con cierta rabia en el muro que tenía detrás.

Ella expandió sus brazos, en forma de invitación.

—Adelante, pues.

—Te humillas tú sola —se dio la vuelta voluntariamente y le di un empujón en la espalda en dirección del maletero de la furgoneta que trajimos. Sabía que no iba a negarse, ella quería y sinceramente no sabía porque seguía permitiéndole que me viera la cara —. No saldrás de ahí hasta que yo lo decida.

—Bájale un poco a esos humos que ahora yo también tengo quien me rescate —abrió ella misma el maletero y se sentó dentro de él, clavando su mirada en la mía —. ¿Te suenan los Stereo...? Seguro que sí.

Fruncí el ceño ante lo que dijo.

—¿Qué demonios significa eso? —mi tono de voz mostraba la molestia y el desconcierto que me causó su comentario. Por la expresión de su rostro, entendí a que se refería con esas palabras —No me jodas, Keyla.

—¿Qué? —soltó una sonrisa divertida. Y seguía, no podía creerme que se hubiera colocado en tan poco tiempo y que le durara tanto. A saber qué más se había metido.

La miré con incredulidad y rabia.

—¿Cómo mierda se te ocurre aliarte con ellos? —me pasé una mano por la cara.

—No me alié con ellos —contestó con tranquilidad. Incluso parecía no haber "pero" tras todo lo que decía. Se encogió de hombros —. Solamente con su líder.

Peor aún.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora