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Keyla

—No te temo —mascullé como pude, comenzando a sentir punzadas en la cabeza por la falta de aire —. No me da miedo morir.

No lo aparté porque realmente no me aterraba la muerte. No me daba miedo nada y eso no tenía por qué ser una excepción. Mi madre me enseñó que no podían haber excepciones.

Su agarre en mi cuello se hizo aún más firme y la fuerza que aplicó en él podría haber matado a cualquiera que no hubiera trabajado su resistencia respiratoria. 

—Me temerás —tensó su mandíbula —. Me encargaré de hacer que te tiemble cada jodida extremidad al oír mi nombre.

Finalizó, dejándome caer al suelo con la cabeza latiéndome por falta de aire, como si tuviera vida propia. Mis labios se entreabrieron inconscientemente, dejando que el sucio oxígeno de ese lugar entrara en mi organismo.

Alcé la cabeza para mirarlo directamente a los ojos. Dejé salir a la luz una sonrisa que le indicó lo poco que me importaban sus palabras. Sentía los ojos húmedos y la cabeza muy pesada, pero me daba igual estar en tal situación, no podía faltar una buena sonrisa para hacerlo arder por dentro.

—Inténtalo —susurré, sintiendo la garganta seca y áspera, como si me hubiera tragado mil cuchillos. Ardía, pero no le di el placer de verme callada —. Inténtalo y luego habla.

Él se acuclilló a mi lado, empuñando su mano en mi jersey. Nuestras miradas se encontraron, desencadenando una corriente que era la clara evidencia de la tensión que había entre ambos.

Y eso siendo nuestro primer encuentro.

Lamí mis labios, manteniendo mis ojos fijos en los suyos. Tenía que quedarle claro que a mí nadie me limitaba, y mucho menos él.

—No vas a salir viva —aseguró mientras levantaba, llevándome con él. Podría haberme opuesto a lo que sea que quería hacer conmigo, pero no lo hice. Hacerle creer a ese sujeto que tenía poder sobre mí era algo que realmente me hacía gracia.

Me arrastró con él a un lugar del cual ya podía hacerme una idea.

—Sé más delicado —me quejé falsamente.

Llegó hasta la puerta de antes, la abrió y me empujó adentro. Ahí seguía estando el rechazado.

Pobre, su jefe iba a matarlo.

—Oh, sigues aquí —reí mientras dejaba que Mateo atrapara mis muñecas entre sus manos —. Te pido un poco de privacidad, ya ves que Mateito quiere hacer cosas de mayores.

Señalé a Mateo con la cabeza, dirigiendo mis palabras al chico que estaba atado en la silla, quien me dedicó una mirada asesina que hizo que mis comisuras se alzaran aún más.

—Mátala —masculló, enfurecido, mirando a Mateo, que se acercó a él con una expresión que lo aterrorizó.

—Yo no mantengo a inútiles —le escupió —. ¿Cómo mierda te has dejado manipular por esa loca?

Habló de mí como si no estuviese con ellos en aquel cuarto. Parece que el enfado lo hizo descuidarse.

Al menos descubrí que podría tener problemas de ira.

Quise decir algo, pero me mordí la lengua para no hacerlo. No podía desaprovechar la oportunidad de irme.

Retrocedí hasta llegar a la puerta, aprovechando el hecho de que estuviera distraído con su trabajador. Abrí, procurando no hacer mucho ruido. Salí rápidamente y cerré a mis espaldas.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora