06

621 33 3
                                    

Keyla

Cerré la puerta de mi auto mientras mi mirada se clavaba en el gran edificio que apareció ante mis ojos.

Estaba en Bellami, un barrio peligroso, según los informes. Y bueno, para nada era así. Las calles estaban llenas de yonkis que no sabían ni si existían.

Empecé a caminar hacia el club de Max Black. Era un lugar oculto donde las bandas vendían drogas, y en algunas ocasiones también se intercambiaban mercancía. Estaba abierto día y noche, siempre había gente volada y borracha, peleas, robos, o incluso muertes.

Entré, sintiendo al instante cómo el olor de todo tipo de substancias y alcohol mezclado con sudor llegaba a mis fosas nasales. Muchos de los presentes notaron mi presencia nada más entrar. Había tantos que me miraban con rabia, seguramente culpándome de tener un padre policía. Yo a esos resentidos me los pasaba por el culo, me daba igual, y por ello les dediqué una de mis mejores sonrisas.

Aunque desearan con todo su ser arrancarme la cabeza del cuerpo, no podían tocarme una sola hebra y ellos lo sabían.

Me dirigí a la barra donde estaba un tipo con la cabeza a saber dónde. No esperé a que se diera cuenta de que quería un trago, simplemente agarré la primera botella que encontré. No pagué nada, tener a Maxi de mi parte era un gran beneficio para mí.

Me quité la chaqueta de cuero al sentir que estaba haciendo demasiado calor. Tiré la prenda sobre mi hombro y comencé a dirigirme hacia la puerta del fondo, empinándome la botella de Wishky que tenía en manos.

Abrí la puerta directamente, dándome paso a la habitación que estaba tan asquerosa como la recordaba la última vez.

—... yo no estoy para estas mierdas, ¿entiendes? —es lo primero que escuché cuando entré. Inmediatamente mi boca formó una juguetona sonrisa al reconocer la voz —Tu chica tiene que morir, o lo haces tú, o lo hago yo a mi modo.

Apoyé mi hombro en la sucia pared mientras mi mis ojos analizaban con atención la situación. Realmente me divertía el malhumor y la agresividad de ese tipo. Parecía odiar a todo el mundo. Nadie se salvaba.

—No te acerques a ella, lo haré yo —le aseguró Max con la mandíbula ligeramente apretada.

—Mhm... pobre Lorena —intervine en la conversación, causando instantáneamente que las miradas de los dos presentes se posicionaran en mí.

Giré mi cabeza hacia mi supuesto líder, provocando que nuestras miradas se encontraran. Lamí mis labios sin dejar de mirarlo. Él rompió el contacto cuando sus ojos decidieron inspeccionarme de arriba a abajo.

—Hola, jefe... ¿cómo está? Ya lo andaba extrañando —rompí el silencio, viendo cómo seguía mirando mi cuerpo.

Su mirada barrió mis piernas tatuadas, llevaba puesta una minifalda negra, ajustada que marcaba tan bien que ni siquiera se esforzó en disimular. Cómo me gustaba que Mateo fuera de los que alimentaba mi ego.

—Keyla, hermosa —me saludó Max, acercándose a mí. Sus ojos empezaron a brillar al mirarme. Max tenía novia, Lorena, y le encantaba. Pero su debilidad por mí era más intensa que lo que le hacía sentir ella y por eso mismo me parece ridículo confiar algún día en algún hombre —. Él es...

—Sé quién es, Maxi—lo corté sin desviar mi mirada de Mateo. 

—Lárgate, esto a ti no te incumbe —habló Mateo por primera vez. Tiró al suelo lo poco que quedaba del porro que tenía entre los dedos y lo pisó.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora