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Keyla

Mateo miraba fijamente el aparato diminuto, el cual estaba manchado por mi sangre, aunque eso no impidió que supiera lo que era. Lentamente, sus ojos se tornaron de un tono más oscuro. Tiró al suelo el chip y lo destruyó de una pisada.

Ese era el objetivo, que lo destruyera, y así yo poder hacerle confiar en mí porque iba colaborar con él para eliminar todo lo registrado. Tenía otro en el brazo, estaba planeado.

—Maldita arpía —escupe aferrando su mano a mi mentón. Me hizo mirarlo con fijeza, como si debiera escucharlo bien —. Me vas a llevar ahora mismo donde sea que se haya registrado todo eso. Borrarás de ahí todo lo relacionado conmigo o... 

—¿O qué? —lo desafié.

Su otra mano se envolvió bruscamente en mi cuello. No pude decir nada más, pero sí pude ofrecerle una sonrisa que mostraba mi inexistente temor hacia él.

Apretó mi garganta con la mano que la tenía envuelta. Pegó mi cabeza a la pared, sus labios y su aliento rozaban peligrosamente la piel de mi cuello, causando que mordiera mi labio inferior para contenerme.

—Ya hablaremos de esto —escupió con rabia y odio.

—Como desees... —solté en un susurro casi inaudible.

Su mano en mi garganta no me dejaban hablar con normalidad.

—Camina —ordenó mientras me soltaba y me empujaba delante de él.

Para asegurarse de que no se me ocurriera escapar, alcanzó mi antebrazo y me obligó a dirigirme hacia la salida.

—Me gustan los momentos hot que tengo contigo —hablé, refiriéndome a cómo me había puesto antes. Giré mi cabeza hacia él, pero ni se inmutó en mirarme.

—Hot estará tu cara cuando te la parta —creo que esa era la primera vez que contestaba a ese tipo de cosas.

Qué romántico se ponía a veces.

—Mejor párteme otra cosa.

Mateo no dijo nada más, se limitó con arrastrarme fuera del local, llamando la atención de varios al hacerlo. Buscó mi auto con la mirada y al encontrarlo, me llevo hasta él.

—No preguntaré cómo sabes que es mi auto porque ya se que me acosas.

—Dame las llaves —ordenó pegando mi espalda al vehículo.

—Oh, claro —mi tono de voz era juguetón. Busqué las llaves en los bolsillos de mi chaqueta e hice el ademán de tendérselas, pero antes de eso, lo que hice fue meterlas en mi sujetador—. Tú mismo.

Mateo se quedó mirando fijamente el lugar donde metí las llaves. Tras unos largos segundos, levantó su cabeza para mirarme. Sus ojos otra vez estaban oscuros. 

—Muy bien —se separó de mí y me apartó del coche.

Después de eso, todo pasó muy rápido.

Destrozó la ventanilla del asiento del piloto con su codo y metió la mano para quitar el seguro a la puerta. Abrió y entró sin decir nada. Le dio absolutamente igual que la alarma empezara a sonar.

Las comisuras de mis labios se alzaron. Agarré las llaves de mis pechos e imité su acción.

—Muy bien hecho, me gusta que me sorprendan —le tiré las llaves y él las alcanzó al aire, como si supiera perfectamente que iba a hacerlo —. ¿Sabes? Te ves muy sexy en mi auto.

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No me extrañó mucho que Mateo se supiera la dirección exacta de la casa de mi padre. De hecho, condujo hacia ahí como si fuera algo que hiciera cada día de su vida.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora