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Keyla

—Entonces, ¿trato hecho? —preguntó el tipo frente a mí, luciendo algo más esperanzado.

—Mmm... —fingí pensar algo mientras mis dedos jugaban con un cigarro. Miré al rubio con una sonrisa inocente —. Lamentablemente, no.

Se le desfigura la cara cuando escucha mi respuesta.

—¿N-no...? —su voz es casi inaudible —Keyla, por favor, no me hagas esto...

—Ambos debemos salir beneficiados, lo sabes, cariño —le doy una última calada al cigarro antes de tirarlo al suelo y pisarlo. Despego la espalda de mi auto y me acerco a él después de asegurarme —. No voy a darte tanto por un precio tan miserable. Nos vemos, lindo.

Le doy la espalda para abrir la puerta de mi auto.

—¡Espera...! Haré lo que sea, te lo juro, solo dame tiem...

—¿Lo que sea? —lo interrumpo, girándome para mirarlo más interesada.

—¡Sí, sí, lo que sea! —en sus ojos pude volver a detectar la esperanza y la desesperación.

Entrecerré los ojos, avanzando un paso hacia él, la cual cosa hizo que retroceda. A pesar de ser más alto, se sentía intimidado. Le muestro una sonrisa traviesa. Alcanzo su mano y la abro para dejar encima de ella la bolsa llena del polvo blanco.

—Dime, ¿conoces a Leo? —él asintió lentamente con los ojos puestos en la cocaína, sabiendo que lo que planeaba no era nada fácil de hacer —. Mira, si aceptas hacer todo lo que yo te diga, tendrás toda la que quieras.

Él abrió los ojos como platos. Vi que tragaba saliva, pero igualmente asintió, indicándome que estaba dispuesto a hacer lo que yo quisiera. No podía negarse a una oferta tan tentadora, ser un adicto no debía ser nada fácil, sin duda. 

Todos podían manipularte.

...

Abrí la puerta de mi apartamento, sintiendo casi al instante un aroma diferente al que solía haber. Lo reconocí en el momento y también sabía por qué estaba ahí. Caminé por el pasillo hasta llegar al salón.

—Sé que estás ahí, no te hagas el ninja —sonreí mientras me tiraba en el sofá —. Dime, ¿a qué se debe tu maravillosa visita?

Sentía sus pasos, estaba saliendo de la cocina. No tardó mucho en aparecer ante mis ojos con una cigarro en la boca y jugando con un cuchillo con su otra mano.

—¿No se me entiende cuando hablo? —se acercó con una expresión seria plasmada en el rostro. Sus dedos le daban vueltas al cuchillo habilidosamente. Se notaba que el cabrón era experto moviendo los dedos.

—¿Contexto...? —sabía a lo que se refería, pero me gustaba molestarlo.

—Deja ya tus malditos jueguitos de lado —la furia empezaba a hacerse presente en él. Avanzó más pasos hacia mí, cosa a la cual reaccioné levantándome del sofá, sonriente como siempre —. Me tienes harto.

—¿Te enfadaste, mi rey?

Ladeé la cabeza y me levanté para encararlo mientras él seguía acercándose hasta el punto de casi no haber distancia.

—Ayer no viniste —su ceño se frunció. Apretó el cuchillo con fuerza mientras sus ojos seguía conectados con los míos —. Dime por qué.

—Oh, ¿me echaste de menos? —hice un puchero y junté mis manos, entrelazando mis dedos en el acto —Qué tierno... Ven deja que te dé un beso.

Como si se tratara de un niño, lo agarré de las mejillas con exageración y le dejé un ruidoso beso en la mejilla derecha, aunque él enseguida me empujó lejos de él.

Criminal - Mateo Palacios (Trueno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora