Capítulo 21 🌹 Tirana

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Tirana


-Hoy en la noche estoy en Colinazul, Fernanda – sentencia Olivia en tono firme -, y punto. Ya estoy terminando de empacar mis cosas. Te llamo cuando llegue.

Una vez dicho eso, cuelga.

Me quedo mirando la pantalla del celular durante unos segundos. Intento llamar otra vez y como era de esperarse, Olivia no me contesta. Pongo los ojos en blanco.

No sé cómo cometí la imprudencia de contarle que había tenido un accidente, pero necesitaba que ella le hiciera llegar mi incapacidad a Pedro ya que no puedo trabajar durante quince días. Mucho menos puedo regresar a San José hasta que logre resolver la situación con el hermano mafioso de mi papá. No puedo dejar a mi familia a merced de semejante hombre.

Luego de que Camilo salió, hablé con Pedro por teléfono y él aceptó mi incapacidad, siempre y cuando le hiciera llegar una copia. Por eso llamé a Olivia. Le envié el archivo por correo y más tardé en hacerlo que ella en regresarme la llamada, furiosa. Basta decir que me regañó muchísimo más que mi mamá. Cristian debe ser un santo.

No me queda más de otra que estar pendiente para cuando llegue, aunque sea a través de llamadas. Ella no conoce Colinazul y Camilo estableció toque de queda desde las ocho de la noche para poder controlar mejor la situación de orden público. La gente no tardó en enterarse del accidente y el tiroteo y las redes sociales locales están estallando de una forma tremenda. Hablan incluso de armarse ellos mismos y establecer guardias para proteger sus casas y sus familias de los grupos criminales que acechan el pueblo. El nombre de mi padre ha sido señalado en varias de esas publicaciones, como uno de los responsables indirectos de la ola de inseguridad. Alguien tuvo el atrevimiento de comentar "Es que este desgraciado corrupto ni siquiera muerto deja de hacer daño". Lo peor del asunto es que no puedo decir que no haya razón en eso.

El chasquido de la puerta llama mi atención.

De seguro mi mamá y Tomás ya llegaron.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras.

Mamá está saludando a Camilo.

-Me alegra tanto que estés aquí – le dice con una sonrisa espléndida - ¿Quieres tomar algo?

Ella va hacia la cocina sin aguardar su respuesta.

Yo carraspeo.

Toda la afabilidad abandona el rostro de mamá en cuanto se vuelve hacia mí.

-Te bañaste. Yo te había prometido ayudarte en cuanto regresara. Podrías haberte lastimado el hombro al vestirte.

No digo nada.

-Yo la ayudé – comenta Camilo.

Vuelvo a sonrojarme de forma inevitable y mis ojos buscan a Tomás porque no quiero mirar a Camilo.

-Pues muchas gracias, Camilo. Tú, como siempre, salvando a Fernanda de su propia terquedad.

Siento ganas de defenderme pero me muerdo la lengua. Le doy un beso a Tomás y le ayudo a quitarse el estuche con mi mano disponible.

-No me has dicho qué quieres tomar.

-No puedo quedarme, Sofía – masculla Camilo en tono cálido -, debo ir a la estación y resolver varios asuntos. Muchas gracias, de todas formas.

Mamá asiente.

-Muy bien. Antes de que te vayas, Camilo, quiero invitarte a una pequeña reunión que voy a hacer mañana.

"Que no sea lo que estoy pensando", suplico para mis adentros.

-Claro, ¿cuál es la ocasión?

-Es el cumpleaños de Fernanda – contesta ella con una ceja arqueada - ¿Nunca te lo dijo?

Camilo niega con la cabeza y me mira fijamente.

-Me extraña que no lo sepa – replico -. Sin duda, su jefe le debió entregar un expediente con toda la información detallada de la familia de Cristóbal Ruiz, y así poder acercarse a nosotros con más facilidad.

Mi mamá me fulmina con la mirada, demostrándome que está al tanto de todo eso y que, por supuesto, sigue creyendo que a Camilo todo se le debe perdonar. Él por su parte, no se muestra avergonzado y tampoco lo niega.

-Sólo había un expediente. El tuyo. Contenía toda la información sobre ti, con un apartado sobre tu madre – contesta tranquilamente -. Trataré de pasarme al menos un rato – añade mirando a mamá -. Gracias por la invitación.

Camilo avanza hacia la puerta como una exhalación.

-No estamos para fiestas y lo sabes – comento una vez se va.

Mamá encoge los hombros con gracia.

-¿Por qué no?

-No sé, será quizás por las amenazas que hemos recibido – digo en tono irónico -, o el hecho de que Tomás esté desescolarizado porque sus compañeros lo molestan, o tal vez porque yo tengo el brazo escayolado y no estoy de humor para fiestas.

-Eso último es culpa tuya. Por lo demás, creo que una reunión de celebración va a traernos un poco de alegría. Tomás tiene un regalo para ti y fue él de la idea – me mira con seriedad -. Estoy segura de que no quieres echar a perder su ilusión.

Tomás me ve con ojos tiernos de cachorro y ese es todo el argumento que necesito.

-Está bien.

Una sonrisa aparece en la carita de Tomás, iluminándole todo el semblante. Toma la guitarra y sube las escaleras, satisfecho.

-¿Quieres que te prepare algo caliente?

-Me dejaste encerrada.

Ella no deja de remover trastos en la cocina.

-Sí.

-No te voy a preguntar la razón porque eso nos va a llevar a una discusión interminable y no quiero pelear contigo. Sólo te advierto que si lo vuelves a hacer, me marcharé a un hotel durante el tiempo que me quede de incapacidad.

Ella enciende la estufa.

-¿Y cómo vas a irte si la puerta tiene la llave echada? – inquiere serenamente.

Me pongo en pie.

-¡Tú no puedes hacerme esto! – siseo – Ya soy una mujer y no vas a seguir controlándome como cuando era una niña.

Va hasta la puerta y ante mi expresión asombrada, le echa llave al cerrojo.

-Haré lo que sea necesario mientras eso garantice tu seguridad. Ya está visto que no eres capaz de cuidar de ti misma. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras tú vas y cometes una estupidez tras otra exponiéndote a peligros que ni tú misma comprendes. Si quieres salir, me avisas adónde y yo te acompaño. De lo contrario, sólo saldrás cuando la incapacidad se acabe y tengas que volver a San José – pasa por mi lado sin detenerse -. Voy a cambiarme de ropa. Apaga la estufa en cuanto el té esté bien caliente.

La miro boquiabierta, incapaz de articular palabra.

Estoy en una dictadura.

Mi Ave Fénix Libre, Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora