Capítulo 13 🌹 Mausoleo

30 12 0
                                    


Mausoleo


Paso toda la mañana con mi mamá y con Tomás.

Me sorprende la facilidad y la tranquilidad con que charlamos, como si fuera algo de lo más cotidiano. De hecho, hablamos y nos reímos con mucha más confianza que antes. Es como si la distancia entre nosotros hubiera afectado de forma positiva nuestra relación. En especial con mamá. Nuestro trato, aunque nunca carente de afecto, tendía a ser tirante y muy parco. El carácter de ella era rígido, dominante, razón por la que siempre buscaba imponerse e imponer su autoridad. Eso sumado a mi temperamento rebelde, y tengo que admitir, bastante desafiante, eran la receta perfecta para las discusiones.

Ahora era diferente porque yo ya no vivía bajo el mismo techo y ella no tenía que preocuparse por controlarme, protegerme y dudar de cada persona que se me acercara. Lo que dejaba la vía libre para que mamá fuera espontánea, cariñosa y tan desenfadada como podía llegar a ser.

Sin embargo, no perdió oportunidad mientras desayunábamos para soltarme preguntas y sondear si yo había conocido a alguien en San José. Escasamente me quedaba tiempo entre el trabajo en Sonata y el largo proceso de publicación con la editorial. No había forma de que me gustara alguien de cualquier forma, porque Camilo estaba bien aferrado y ocupaba todo el espacio en mi corazón.

Cerca al mediodía, decido pasarme por el hotel. No amanecí en él la noche anterior y necesito asegurarme de que mis pertenencias están intactas.

Me cuesta un poco separarme de mamá y de Tomás porque la primera no cesa de repetirme que debo tener cuidado en las calles. Y Tomás insiste mucho en que quiere venir conmigo. Sus ojitos tiernos me miran con miedo y me rompe el corazón comprender la razón; cree que le estoy mintiendo y que no voy a volver.

Luego de prometerle que iré a comer un helado con él en la tarde, salgo de la casa y tomo un taxi hasta el hotel. Por el camino recibo una llamada de Olivia y le cuento que llegué bien a Colinazul. Una vez en el hotel, Lucía sale a recibirme y me pregunta por qué no dormí en el cuarto. Le cuento que decidí quedarme en otro lugar, pero que esa noche sí dormiré en hotel.

Mamá estuvo insistiendo toda la mañana en que me quedara en la casa durante los días que estuviera en Colinazul. Mi respuesta fue muy rotunda cuando le dije que prefería ir a visitarlos todos los días. Le expliqué que no sería bueno para Tomás que se acostumbrara a mi presencia de forma tan constante porque luego le pegaría más fuerte cuando nos volviéramos a separar. Ella me miró de una forma elocuente, dándome a entender que no se creía en absoluto mi argumento.

Sí me preocupaba que Tomás se apegara demasiado a mí y que él sufriera con la separación. Pero mamá también estaba en lo cierto; yo no quería quedarme en esa casa porque le seguía perteneciendo a Ismael y, por otro lado, sabía que ella volvería a traspasar los límites de mi privacidad con el tiempo y se sentiría con el derecho de entrometerse en mi vida de nuevo.

Una vez en la habitación, aprovecho para revisar mi correo y encuentro varios emails de la editorial. Isabel utiliza un lenguaje muy formal y directo, pero asegura que el libro está siendo un verdadero éxito. Hay ya más de dos mil ejemplares vendidos en físico y cinco mil descargas de Estrellas en el Fango en la plataforma de Mundo de Libros.

La felicidad que me recorre es inmensa y los bríos por continuar escribiendo la segunda parte renacen. Me prometo continuar y adelantarlo cuando vuelva al hotel en la noche. Ya llevo alrededor de ciento cincuenta páginas y la trama de la historia da para un libro entre trescientas y cuatrocientas.

A menudo me pregunto cómo pude vivir tanto tiempo sin escribir. Por supuesto que se puede vivir sin hacerlo, pero el mundo no se ve igual después de haberlo vislumbrado a través del prisma de las palabras.

Mi Ave Fénix Libre, Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora