Capítulo 5 🌹 Noticias

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-¿Cómo que te vas? – inquiere Olivia en cuanto entramos al departamento.

Las llaves emiten un crujido seco cuando las lanza sobre la mesa de la sala de estar. Cristian va hasta la cocina y se ocupa en sacar la comida de las bolsas. Destapa una cerveza y se la toma tranquilamente.

-¿Cuándo pensabas decirme que te marchabas? – insiste con más estridencia.

Voy hasta el pequeño lavadero y remojo la chaqueta salpicada de soda. Cuando vuelvo, la encuentro con los brazos en jarras y expresión de mamá furiosa.

-No pensaba irme hasta después de mañana...

-¿Y adónde vas? – me corta ella.

Yo me dejo caer en el sillón con desgana y suspiro. Tengo mucho dolor de cabeza y aunque el estómago me ruge de hambre, lo único que quiero hacer es dormir.

-Regresaré al pueblo donde vivía, Olivia – contesto.

Su semblante se suaviza y se limita a mirarme fijamente, con algo de pesar. Era mejor el enojo. Sin decir una palabra, va hasta la cocina, trae una bolsa marrón en una mano y un par de platos en la otra.

Intercambia una mirada con Cristian y él asiente.

-Estaré en tu habitación – le dice.

Me pregunto cuántas veces habrán peleado, a juzgar por el tacto y la calma con que Cristian reacciona ante la insistencia de Olivia.

Ella camina hacia la sala y se sienta junto a mí en el sofá, luego descarga la comida y los platos sobre la mesa.

-Cuando dices que regresarás, te refieres... a que ya no vivirás conmigo – sondea con cautela.

Sacudo la cabeza y la miro con afecto.

-No, Olivia. No volveré a vivir en Colinazul lo que me quede de vida.

Su mata de rizos negros y ensortijados se cimbrea cuando gira la cabeza hacia mí. Tiene esa particularidad de moverse y contonearse con tanta gracia que resulta fascinante de ver. Los hombres se quedan embelesados cuando entran a Sonata y es ella quien los atiende. No sé cómo hace Cristian para mantener a raya los celos.

-Entonces de allá vienes.

-Sí – digo -. Cuando me marché, dejé atrás a mi familia. Tengo un hermano pequeño, Tomás, a quien extraño mucho. Le prometí visitarlo.

Olivia abre sus enormes ojos oscuros.

-Seguramente tuviste muy buenas razones para irte, aún sabiendo que dejabas atrás a personas que te querían.

Me paso una mano por el rostro y parpadeo pesadamente para espantar el cansancio. Tarde o temprano le debía a ella una explicación, a lo menos parcial, sobre mi pasado.

-Ya te conté que mi padre murió en el mismo accidente en que resulté herida – señalo mi brazo y ella asiente -. Bien. Pues ese accidente fue provocado. Mi papá se relacionó con gente corrupta y terminó por meterse él también en negocios sucios. Enviaron a tipos para matarlo o amedrentarlo, la verdad no estoy segura. Pero él se asustó y chocamos contra un camión. Mi madre estaba al tanto de todos los negocios sucios de mi padre y nunca me lo dijo. Me ocultó también otras cosas, por eso me marché.

Ella permanece en silencio un momento, asimilando lo que acabo de contarle.

-¿Y no te marchaste por otra razón?

-¿Cómo cuál? – pregunto, algo mosqueada. Sospecho a dónde quiere ir con esto.

Ella encoge los hombros.

-Cuando te conocí, vi en tu rostro la señal inequívoca de que alguien te había roto el corazón – contesta - ¿Quién fue? ¿Alex o ese chico al que mencionas cuando estás dormida?

Suspiro, abatida. No tiene caso que niegue lo que ella, con esa intuición suya tan aguda, ya sabe.

-Entonces acostumbras a espiar a la gente cuando duerme.

-En general, no lo hago – replica ella con la misma dosis de sarcasmo -. A menos que la gente gima dormida y grite "Camilo", con tanta fuerza que todo el edificio pueda oírla.

-Tú podrías sacarle los secretos a un mudo, ¿verdad? – resoplo.

Ella sonríe de medio lado y apoya un codo sobre el sofá sin decir nada.

-Camilo fue el hombre del que me enamoré – admito -, pero él también me mintió. Ya no podía quedarme en ese pueblo donde todo era corrupción y las únicas personas en las que confiaba me ocultaban cosas importantes.

-Pero todavía sigues enamorada de él.

-No presiones, Olivia.

Ella alza las manos. Parece tan ansiosa y entretenida como alguien viendo un novelón en la mejor parte.

-Está bien, está bien. Pero el hombre que estaba allá abajo se veía muy interesado en ti, ¿con él no tuviste nada que ver?

Niego con la cabeza.

-Sólo era un conocido, ni siquiera pudimos llegar a ser amigos.

-Es muy atractivo – comenta -, deberías echarle el guante cuanto antes.

-No voy a lanzarme a los brazos de un hombre sólo porque sea guapo, Via.

Ella arquea una ceja.

-Pero sí que te vas con él mañana.

-Eso aún no está decidido. El autobús sigue siendo una opción – digo en un intento por convencerme a mí misma. Ciertamente, me aburre la perspectiva de viajar sola durante cuatro horas y estar a plena merced de los recuerdos.

-No me parece buena idea que viajes sola.

-Tampoco lo es viajar con alguien que prácticamente es un desconocido.

Olivia entorna los ojos.

-Pues él te miraba como si te conociera de tiempo atrás – comenta -. No creo que corras peligro con él.

-Nunca se sabe.

El interrogatorio de Olivia parece haber terminado, al menos por ahora. Se inclina para servir la comida en los platos, aunque ya debe estar fría.

Yo me levanto y saco mi billetera.

-Aquí está mi parte del alquiler y las facturas de dos meses – le tiendo los billetes.

Ella frunce el ceño.

-¿Acaso cuando piensas volver?

-Espero volver el sábado o a más tardar el domingo, pero prefiero pagarte por adelantado ahora que tengo algo de dinero extra.

Olivia acepta el dinero por fin y lo pone sobre la mesita.

-Prométeme que vas a llamarme en cuanto llegues a ese pueblo – dice poniéndose en pie de repente.

Asiento.

Una sombra de preocupación pasa por su rostro bello y moreno.

-Y prométeme que vas a cuidarte – posa sus brazos sobre mis hombros -. No se escuchan cosas buenas sobre ese pueblo en las noticias. Estos días hubo una manifestación que se salió de control, algo sobre familias que clamaban justicia por una masacre que hubo en una cafetería. La situación se complicó y quemaron algunas casas, la mansión de un tipo rico entre ellas. Hubo disturbios y todo.

Yo trago saliva con fuerza.

Olivia tiene una televisión en su habitación y aunque a veces me tumbo a ver películas con ella, nunca suelo ver las noticias.

-Prométeme que vas a estar bien – repite mientras me da un abrazo efusivo.

Yo guardo silencio.

Ojalá pudiera prometerle eso.

Mi Ave Fénix Libre, Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora