Capítulo 23 🌹 Rivalidad

29 8 0
                                    


Rivalidad


"Tengo información".

Mi celular zumba y leo el mensaje rápidamente.

"Muy bien. Nos vemos en mi habitación en diez minutos".

Envío la respuesta y lo guardo enseguida.

Tomás carraspea. Se sienta en la pequeña silla que mamá dispuso en el centro del patio. Camilo sostiene la guitarra para él y se la entrega en cuanto Tomás estira sus manitos.

Parpadea con nerviosismo y Camilo le sonríe para infundirle ánimos.

-H-hola – tartamudea Tomás sin mirar a la gente a los ojos -. Aprendí esta canción para cantársela a Fer el día de su cumpleaños. Es... ese es mi regalo para ella.

Tomás está rojito.

El corazón se me inunda de una ternura inmensa.

Posiciona sus dedos sobre el diapasón de la guitarra y comienza.

A pesar de su pánico escénico, entona la canción del cumpleaños con una voz preciosa mientras mueve sus dedos con una habilidad increíble para ser alguien tan pequeño. A mitad del coro olvida el acorde, pero eso no lo intimida; repite un pedazo de la parte anterior y eso parece ayudarlo a recordar lo que va después.

La gente lo aplaude con energía.

Yo me aproximo a él, me inclino para quedar a su altura y le doy un beso en la mejilla. Las mías están húmedas por las lágrimas. Le agradezco por el hermoso regalo y le repito lo mucho que lo quiero.

Luego de un instante, ayudo a llevar algunos platos a la cocina aunque sea con una sola mano. En una de esas idas y venidas, me deslizo hacia mi habitación.

Aguardo un par de minutos pero cuando pasan cinco, comienzo a creer que Mateo no va a venir.

Él aparece justo cuando voy hacia la puerta.

-Me encontré con Camilo – dice mientras la cierra -. Me quedé hablando con él de algo sobre el trabajo.

-Está bien.

Me siento sobre la cama y aunque señalo una silla, Mateo prefiere permanecer de pie.

-Encontré el lugar – anuncia sin preámbulos -. Es una cabaña a las afueras del pueblo, como a dos kilómetros de la cascada.

La recuerdo. Iba ahí con mamá y papá cuando era niña. Él luchó por enseñarme a nadar varias veces. Nunca pude lograrlo porque siempre me tensaba y sentía que me iba a hundir. En cuanto los brazos de papá me soltaban, el pánico me invadía.

-¿Y qué hay en esa cabaña?

-Todavía no lo sé. No pude entrar.

-¿Por qué?

Mateo tuerce los labios un poco.

-Camilo me venía siguiendo – contesta -. Fue muy sutil y cuidadoso. Si yo no fuera policía y hubiera prestado atención, no lo habría notado.

Lo miro con preocupación.

-¿Crees que desconfía de ti?

Él guarda silencio durante un momento.

-No creo que sea desconfianza en sí – su tono está cargado de cautela y tal vez un poco de preocupación -. Camilo anda muy estresado, paranoico y malhumorado últimamente. Es un líder nato, la gente lo respeta y tiene un olfato de perro para los problemas que no sé de dónde lo saca. Pero se ha vuelto más irritable desde que... bueno, desde que llegaste al pueblo. No te estoy culpando, no me malentiendas – añade enseguida -. Sólo es algo que noté y dudo mucho que sea coincidencia. Las amenazas tampoco lo tienen muy contento.

Suspiro.

-Claro, a mí también me tiene muy angustiada la seguridad de mamá y de Tomás.

Mateo me mira con una expresión indescifrable.

-Quizá no debería contarte esto porque eres muy impulsiva y no quiero agregar una carga más a todo lo que te está pasando – señala mi brazo -. Pero tienes que saberlo; Camilo ha recibido amenazas.

Me pongo en pie con brusquedad.

-¿Qué? – chillo - ¿De quién? ¿Quién lo está amenazando?

-No se sabe. Sospechamos que se trata de políticos, gente poderosa que está involucrada en el lavado de dinero o, muy probablemente, la misma persona que ordenó la masacre del Coffee House. Camilo es un hombre honesto y eso no les conviene en un cargo tan importante como jefe de la estación.

Mateo no ha terminado de hablar y yo ya sé de quién se trata.

-Camilo no corre ningún riesgo. Si te digo esto es para que entiendas que él ya tiene suficiente con trabajar, proteger a tu familia y cuidarse a sí mismo como para andar ocupado angustiándose también por ti – me recrimina con dureza.

Ahora es él quien suspira.

-Tal vez lo mejor sería que fuera con él a la cabaña. No sabemos lo que vamos a encon...

-¡No! – lo corto en tono tajante – Camilo no puede estar involucrado en nada de esto. Como tú dices, ya está bastante ocupado lidiando con muchos asuntos. Además, mi papá me dejó el reloj a mí, eso quiere decir que también esperaba que fuera yo quien encontrara lo que sea que hay en esa cabaña. Si no quieres ayudarme con esto, lo entiendo...

-No estoy diciendo eso, Fernanda – me interrumpe secamente -. Yo jamás te dejaría sola con esto. Mi olfato no es tan bueno como el de Camilo, pero presiento que hay algo muy grueso detrás de todo esto. Algo peligroso que, sin duda alguna, sea mejor no encontrar después de todo.

-No quiero que tú corras más riesgos, Mateo. También tienes familia.

-Déjame a mí encargarme de mi propia seguridad – masculla con la misma sequedad -. Volveré mañana a esa cabaña, y si alguien me está siguiendo, lo despistaré. Camilo estará ocupado porque tiene que dirigir la escolta que protegerá al nuevo candidato a la alcaldía. Mañana lanzará su primer discurso.

-Si yo pudiera ir contigo, lo haría. Pero mamá me tiene vigilada y Camilo dejó dos agentes afuera que me seguirían adonde quiera que fuese. Se lo contarían todo a él de inmediato.

Mateo agitó una mano.

-No pensaba llevarte de cualquier modo. Incluso sin el cabestrillo, eres un fardo y no quiero tener que estar preocupándome por ti todo el rato. Te avisaré en cuanto descubra lo que hay en esa cabaña.

Abro la boca y él alza una mano.

-Confórmate con eso.

Asiento de mala gana.

Acompaño a Mateo a bajar las escaleras.

-Cuídate mucho, por favor.

Él no dice nada ni me mira siquiera.

-¿Quién es el nuevo candidato?

-Creo que un compañero de Camilo de la universidad. Es casi un niño, pero no viene de una familia adinerada y ha obtenido las mejores notas en la carrera. Y eso ya es mucho decir.

-¿No será David acaso?

Mateo asiente con la cabeza.

-Sí, ¿lo conoces?

No tengo tiempo de contestar.

Me quedo mirando a la mujer que hay en el umbral de la puerta. Lleva la coleta rubia tan apretada como la primera vez que la vi. Ella enfoca los ojos en mí y su semblante se torna todavía más agrio.

Camilo aparece por el corredor y avanza hacia ella como una exhalación. Él no me ve porque yo voy bajando las escaleras.

Valeria enrosca su mano en el brazo de él y me lanza una expresión de satisfacción más que descarada. Camilo se va con ella.

El misterio del cabello rubio platino está resuelto.

Mi Ave Fénix Libre, Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora