Capítulo 22 🌹 Regalos

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Regalos


Como la sala era muy pequeña, mamá lo preparó todo en el patio. Era un espacio casi tan amplio como cualquiera de las habitaciones; contaba con la luz natural que se filtraba a través de las tejas transparentes. Aun así, instaló luces y unos faroles de papel muy bonitos.

Tomás se encargaba de asignar los moños y corbatas de celofán a todo el que llegaba. Se aseguró, además, de que yo no saliera de la casa en ningún momento, como hombre de la casa que era. Cumplió con su deber de guardián a cabalidad.

Quise ayudar repartiendo refrescos a los invitados, pero según mamá, ayudaba mucho más si me quedaba quietecita y no armaba desastres en la cocina. Me dijo que charlara con los invitados, que dado mi escaso círculo social, no eran muchos de todos modos.

Marta y Lucinda, dos de las compañeras de mamá en el trabajo; Mateo, su esposa y los niños. Los saludo a todos y hablo de temas insustanciales. Las compañeras de mamá buscan averiguar más de la cuenta sobre mi vida privada y por eso es un alivio cuando veo que Luca está parada en mitad del corredor. Su expresión es insegura y parece que va a salir corriendo en cualquier momento. Voy hacia ella antes de que lo haga.

-Me alegra que hayas venido – digo sinceramente.

Le avisé a Luca de la reunión el día anterior y aunque pensé que no iba ni a contestarme, no sólo respondió sino que aceptó venir. Le conté sobre el accidente, pero no de mi tío. Aun sin mencionarle a Alex, ella soltó su adorado "te lo dije". Echó un vistazo a mi brazo y sin embargo, tuvo la prudencia de no decir nada al respecto.

Yo la abrazo con mi mano izquierda como puedo. Algo grueso y puntiagudo se entierra en mi estómago.

-Ya cálmate, Ruiz, que no vengo de la guerra – espeta ella con su acidez de costumbre -. Toma, esto es para ti.

Me entrega una bolsa de regalo y como calculo que es algo liviano, lo tomo desprevenida. Luca la atrapa antes de que caiga al suelo.

La abre para mí y extrae tres libros unidos por un bonito lazo rojo.

-No conozco a la escritora – comento.

Luca resopla.

-Claro que no. Tú sólo lees clásicos, historia y novelas vainilla. Es una trilogía erótica y la autora es... una puta maestra – me mira con una sonrisa ladina mientras alza y baja las cejas con rapidez -. Te los compré para que aprendas cosas nuevas como posiciones, técnicas y todo eso.

Yo pongo los ojos en blanco.

-Nunca vas a cambiar.

Ella alza los hombros y suelta una risotada.

-¿Y para qué cambiar cuando ya se es genial? – pone la bolsa sobre una mesa – Espero que los leas muy juiciosa y que pongas en práctica al menos alguno de esos trucos en cuanto te quiten ese columpio que tienes en el brazo.

-¿Y con quién quieres que haga eso? ¿Acaso te me estás insinuando? Porque si es así, voy a tener que hablar con Mariana seriamente.

Luca frunce el ceño.

-Ya quisieras tú. No eres mi tipo, Ruiz – pasa un brazo sobre mí -. Demasiado bajita. Digamos que no me gustan las personas talla Hobbit.

Yo le propino un puñetazo que me sale más bien torcido porque no tengo coordinación con el brazo izquierdo. Luca se ríe abiertamente.

-Hablaba de Camilo, desde luego. Él sí que cree en ese lema de "lo mejor siempre viene en envases pequeños".

Mi sonrisa desaparece.

-Entonces no se han arreglado – concluye.

Niego con la cabeza.

-No hay forma de que lo hagamos, Luca. Él ya no me quiere.

-¿Pero qué me dices? – chilla, sin importarle que las compañeras de mamá y la esposa de Mateo no han dejado de mirarla – Esas suposiciones tuyas son más que ridículas.

-No lo supongo. Él mismo me lo dijo ayer.

Mamá pasa por nuestro lado y mira a Luca con cara de pocos amigos. Ya es mucho que la haya dejado entrar teniendo en cuenta lo poco que la tolera a ella y a su familia.

-Puedes partir el pastel cuando quieras – dice.

No parece una sugerencia sino más bien un mandato.

-¿Soy yo o tu madre parece más dictadora que de costumbre?

-Lo segundo. No me deja salir ni a la puerta.

-Mein Führer Ruiz.

Yo río.

-Algo así.

-Como sea, volviendo a lo de Camilo. Yo que tú no le daría muchas vueltas. Si se pone muy orgulloso, te arrodillas y no para pedirle perdón, ¿eh? – me mira de soslayo – O al menos no con palabras. Eso con un revolcón se resuelve, no te preocupes.

Me llevo una mano a la frente y no puedo evitar reírme con ella. Luca tiene la vivacidad y el humor de diez personas juntas.

-¿Entonces esto es lo que pasa cuando te alejas de mí unos días? Si espero un día más, me toca tu funeral.

Me giro hacia esa voz conocida.

Olivia llega por el corredor. Mi alegría es tan inmensa que me lanzo sobre ella y la abrazo, de nuevo, como puedo. Llegó la noche anterior, como prometió. Se quedó en un hotel y yo le conté de la reunión. Me hacía mucha falta. Aprovechó para echarme otra perorata por no haberle avisado que era mi cumpleaños.

Lleva un enorme globo transparente en la mano que dice "Feliz cumpleaños a esta idiota" en letras negras y doradas.

-Feliz cumpleaños, Fer – dice ella cuando nos separamos. Me tiende algo que parece un boleto o un cupón -. Es un bono para que lo uses en una Sexshop que hay en el centro de San José. Ahí está la dirección y el teléfono para cuando lo quieras usar.

Luca esboza una sonrisa radiante.

-Ella es de las mías.

Como no me queda de otra, las presento.

-Me parece que ustedes dos creen que mi vida sexual es mucho más activa y recurrente de lo que en realidad es.

-Hola, Fernanda.

Cierro los ojos pesadamente.

Me vuelvo lentamente y quiero que la tierra me trague. Camilo está detrás de mí.

-No quiero interrumpir una charla importante – masculla con sarcasmo -. Sólo vine a darte el feliz cumpleaños.

Luca y Olivia avanzan hacia el patio con una complicidad implícita.

-No... no tenías que...

Camilo saca una cadena plateada de un saquito de seda elegante. Cuando toma mi mano izquierda y la rodea sin preguntarme, me doy cuenta de que no es una cadena. Tiene un bonito dije en el centro. Es un librito en miniatura.

-Camilo...

-Es algo muy sencillo – dice cuando termina de ajustarla a mi muñeca -. Apenas ayer me enteré de que era tu cumpleaños.

-Me encanta. Es muy hermoso.

Camilo asiente y pasa por mi lado sin siquiera mirarme o decir algo más. Lo veo ir hasta donde está mi mamá para saludarla. Le da un beso en la mejilla y cruza un par de palabras con ella que no alcanzo a oír.

Está aquí sólo porque se siente comprometido, no porque en verdad quiera.

Me acerco a la mesa decorada que hay en el patio en cuanto mi mamá enciende una sencilla vela dorada. Como siempre, no puedo evitar sentirme ridícula mientras me inclino a apagarla. No puedo dejar de pensar que alguien va a estampar mi cara en el pastel.

Transcurrido un instante, mamá empieza a partir el pastel con la asistencia de Tomás, quien va entregando un pedazo a cada quien.

-Entonces ese es el famoso Camilo al que llamas en sueños – dice Olivia plantándose a mi lado -. Está buenísimo. No sé qué pasó entre ustedes, pero yo en tu lugar, no lo habría dejado.

Mi Ave Fénix Libre, Libro IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora