Kylo Ren ( El terror de los siete mares )

Capítulo 2

Rey aún no salía de su asombro, le estaba costando dejar de temblar, se llevó una mano al pecho para tratar de controlar los erráticos latidos de su corazón.

—¡Kriff! —el improperio salió sin querer y agradeció que estaba sola porque si la Nana Jocasta la escucha le enjuagaría la boca con jabón.

Decidió volver al carruaje, no diría nada de su pequeña aventura, aunque pequeña era un eufemismo, pero era mejor callar a escuchar de nuevo los detallados consejos que la nana solía darle en cuanto a los hombres malos.

Cuando llegó a dónde estaba el carruaje el viejo Chewie ya estaba terminando, se quedó junto a Jocasta y miró a todos lados, muy dentro de ella esperaba volver a ver al misterioso hombre.

—Niña, ¿dónde te habías metido? —la reprendió Jocasta al verla llegar.

—Lo siento, nana, me alejé un poco.

Rey no vio la sonrisa de Chewie, ni el ceño fruncido de Finn al ver sus mejillas todavía un poco arreboladas. Subió al carruaje después de Jocasta y se quedó en silencio durante el resto del camino.

Ben volvió a dónde se había quedado sus hombres con los maleantes, pero estos no habían obtenido nada de ellos, eran solo simples salteadores, sin nada que ver con Snoke, los dejaron ir con la amenaza de convertirse en alimento de tiburones si seguían asaltando a los viajeros.

—¿Qué hacemos capitán?

—Volvamos al castillo, Vicrul, hay algo en el ambiente que no me gusta.

—¿Y la fie...la muchacha? — rectificó Cardo al ver la mirada de amenaza que le lanzó Ben.

—Creo que la veremos pronto.

—Deberé tener cuidado con mis...futuros hijos, todavía me duelen.

Vicrul y Trudgen rieron al ver las caras de sus compañeros, todavía no podían creer que una muchacha los hubiera vencido tan fácilmente.

—¡No se rían! Lo que pasó fue que no queríamos lastimarla.

—Pega duro. ¿Verdad, Cardo?

—No te burles, Kuruk, que tú también recibiste tu parte.

—Sí, me duele el estómago.

Siguieron bromeando hasta que Ben los apresuró, quería llegar cuánto antes al castillo para asegurarse de que ella hubiera llegado bien.

—¡Andando!

—¡Sí, capitán!

—Cardo, ¿qué le pasa? Lo noto raro.

—Creo que le gustó la muchacha —respondió en un susurro.

Vicrul miró a Cardo como si de repente le hubieran salido cuernos y después miró a Ben.

—¿Bromeas?

— No, la abrazó y se la llevó pataleando.

—¿Qué?

—Solo lo hizo para detenerla — Kuruk también intervino en la conversación.

—Pudo dejarla sin sentido como a aquella que se metió en su camarote para seducirlo, solo le presionó el cuello y ya, yo tuve que sacarla de ahí, por cierto, estaba pesada.

—Recuerdo eso, Cardo.

—¿Ven que tengo razón? A él no le gusta el contacto físico y con...ella, ni siquiera lo pensó.

—Recuerda no llamarla fiera delante de él, Cardo, o te va a ir peor.

—Gracias, Kuruk, lo tendré presente.