Kylo Ren ( El terror de los siete mares )

Capítulo 22

Sheev Palpatine se preparaba para un nuevo ritual, hacía muchos años que había creado la secta de adoración para dioses paganos, en busca de añadir más años a su vida, había cometido innumerables crímenes. Ya sabía que la vida eterna como tal no existía, pero creía que podía alargar su existencia mediante sacrificios.

Personas inocentes, sobre todo niños y doncellas, esas eran sus principales víctimas. Su mano derecha, Snoke, era su principal proveedor, iba de isla en isla y de aldea en aldea buscando a la víctima perfecta y había estado a nada de conseguirla, pero por aras del destino esta había escapado, la hija de una conocida hechicera que había muerto años atrás.

La última descendiente directa de una verdadera sirena, una leyenda, la más poderosa hechicera de los mares, se había llevado a la tumba todo lo que sabía de hechizos y brebajes, no sin antes pasar todo su conocimiento a su pequeña hija de seis años, la había buscado por años en el mar hasta que le habían llegado rumores de que la niña había sido escondida en una aldea, lejos de los océanos.

Había enviado a su más fiel servidor a buscarla. En su mente trastornada, pensaba que era el sacrificio perfecto, poderosa, doncella, inocente, pero se la habían quitado prácticamente de las manos, había huido de la aldea de Unkar Plutt y después se la había llevado su peor enemigo, el único pirata de todos los que surcaban el mar que no le temía, Kylo Ren, su peor pesadilla en los últimos años. Y no sabía dónde la había ido a dejar.

El muy maldito, siempre estaba un paso adelante, pero esperaba que eso terminara pronto, ya no le quedaba mucho tiempo, por más que lo intentaba, sabía que la vida se le iba, tenía que hacer un último intento. Kylo Ren y la muerte era a lo único que le temía en el mundo.

Ocultos por la oscuridad, sin imaginar lo que Palpatine pensaba, el capitán Ren y su tripulación se preparaban para terminar con todo lo que ahí pasaba, a cada momento la tensión aumentaba, pero Ben sabía que debía esperar el momento correcto, no quería que hubiera una víctima más.

Rey sentía escalofríos y un extraño hormigueo en su cabeza, en cierto momento se agarró con fuerza al brazo de Ben porque unas extrañas imágenes llegaron a su cabeza al ver uno de los símbolos que estaban detrás de dónde se sentaba el causante de todo lo que sucedía en ese lugar. La serpiente enroscada sobre una media luna le provocó miedo.

—¿Qué pasa, Rey? ¿Estás bien? —preguntó Ben preocupado.

—Sí, es que... esto es horrible.

Las visiones no paraban, ahora eran de una mujer en la que hacía años no pensaba, la imagen de cabellos rubios y ojos de un color indefinido no sabía si azules o verdes, le sonreía con cariño y le decía que iba a estar bien, que siempre estaría con ella, cuidándola. Quería decirle a Ben lo que le pasaba, pero sabía que no era el momento.

Un canto en una lengua extraña llegó a sus labios y empezó a cantar en voz muy baja, como un susurro. Su corazón latía apresurado, aún no entendía que estaba pasando, pero la voz de otra mujer se fusionaba con la suya en su cabeza haciendo su canto más melodioso. Ben se sorprendió en un principio y después sonrió al escucharla, era el canto de las sirenas, hechiceras de los mares que navegaban sin rumbo fijo cuidando los océanos, prestando ayuda a los necesitados. Ahora entendía por qué Snoke y Palpatine la buscaban con tanto ahínco.

Esa era la pieza que le faltaba para resolver el misterio de la vida de Rey, su mujer era descendiente de las sirenas, tenía entendido que solo llegaban a tierra una vez por año para buscar un hombre con quién procrear, no se quedaban más de tres días y volvían al mar, que era su hogar. Tenía la suerte de que Rey fuera su esposa, había escuchado leyendas de marineros y capitanes que contaban de un par de sirenas que habían formado familias con el hombre que amaban. Algo que no había pasado en más de un siglo según lo último que supo.