Kylo Ren ( El terror de los siete mares )

Capítulo 24

Rey sujetaba con fuerza la taza de té de tilo que le había llevado Phasma y, después de decirle a Ben que fuera sincero, le dio una mirada de advertencia y se fue, dejándolos solos. Ben andaba de un lado a otro murmurando cosas sin sentido para ella, solo había entendido las palabras sirena y canción. Dio un trago a su té que ya se estaba quedando frio y dejó la taza a un lado para ir a enfrentar a su esposo.

—Ben. ¿Qué pasa? —preguntó y él detuvo su andar.

La miró, sus ojos verdes brillaban a la débil luz de los candiles que estaban colgados por la cubierta del barco, nunca se había preguntado por qué se perdía en ellos, su mirada siempre lo había cautivado, solo a él, el resto de la tripulación parecían ser inmunes a su encanto, hasta su canto, que provocaba algo indescriptible en él, no afectaba a los demás. ¿Por qué? No lo entendía, a menos que...

¿Tal vez porque ella era su mujer? La única que había logrado llegar a su corazón, desde ese día en el bosque, había tejido un hechizo sobre él y en ese momento el lazo era más fuerte que nunca.

—Sabes que te amo más que a mi vida, ¿verdad?

—Me estás asustando, Ben, habla ya.

—¿Recuerdas el día que nos conocimos? —le preguntó después de un profundo suspiro.

—Claro que lo recuerdo, Ben, nunca voy a olvidar ese día.

—Te dije ‹‹Nos volveremos a ver, bella sirena››.

—Sí, siempre me dices sirena, aunque no entiendo por qué, pero ya me estoy acostumbrando. ¿Qué tiene que ver eso con lo que vas a decirme?

—Tiene mucho que ver. ¡Maldita sea! —exclamó alejándose unos pasos de ella —esto es difícil de decir, no sé cómo hacerlo.

—Se sincero, Ben, como siempre lo has sido. No le des más vueltas.

—Rey, eres descendiente de las sirenas.

—¿Qué? Pero... Ben, ¿de que estas hablando? No entiendo.

—Las sirenas son un clan de hechiceras que navegan sin rumbo por el mar, rara vez se dejan ver, solo una vez al año llegan a tierra para...bueno...buscar pareja y procrear.

Rey no podía creer lo que estaba escuchando, veía a Ben con sus grades ojos, demasiado asombrada como para decir algo, su corazón había empezado a latir apresurado, y destellos de su niñez pasaban por su cabeza confundiéndola aún más. Se sintió mareada y buscó sostenerse de algo, ese algo fue Ben que se había acercado rápidamente al verla en ese estado.

—Mi amor, ¿estás bien?

—No, no estoy bien, nada está bien. Por favor dime que no me voy a convertir en un monstruo con escamas y dientes afilados.

Ben no pudo evitar reír un poco a pesar de la situación, pero entendía sus temores, la abrazó con fuerza y la levantó para llevarla al camarote, ahí tendrían más privacidad.

—¿Ben?

—Tranquila, mi amor —le dijo al escuchar el miedo en su voz —eso es un mito, o tal vez no, no sé, pero te aseguro que las sirenas de las que te estoy hablando son mujeres normales, como tú. Ellas van por el mar prestando ayuda cuando se les necesita, se rigen por sus propias leyes y son muy apegadas a sus costumbres.

—Pero ¿Cómo puedo yo ser...descendientes de ellas? Yo siempre viví lejos del mar, ¿Cómo...?

—¿Estás segura de que siempre has vivido lejos del mar?

—Yo...no sé, cuando estábamos en aquel templo, creo que recordé algo de mi niñez, pero no estoy segura. ¿Qué soy Ben? ¿Quién soy?

—Creo que las respuestas a esas preguntas, las tiene tu nana, mi amor, pero a mí lo único que me importa eres tú, la mujer que tengo en mis brazos, mi esposa —dijo Ben entrando al camarote, fue a dejarla en la cama y se quedó junto a ella que se aferró a su pecho con fuerza.