Yoriichi Tsugikuni. [1]

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La noche había caído y cómo acostumbraba me refugié en lo más cálido de mi cama, las tareas de la casa habían sido terminadas hacía tiempo y aunque vivir sola era un tanto triste los esfuerzos por mantenerme viva eran mi único consuelo.

¿Cuántas noches habían pasado desde que aquellas criaturas salvajes se comieron a mi hermano? Con esta ya eran 65.

—Luces deliciosa, niña. —La voz agridulce del mismo demonio que se llevó a mi hermano menor apareció entre las sombras. Estaba casi segura que las flores y las ofrendas que había dejado esa noche servirían de algo, pero ahora notaba que había sido una tonta por confiarme.

Un grito salió de mi garganta cuando las manos del hombre mayor con cuernos en su frente me atraparon, forcejeé inútilmente sintiendo que mi vida acabaría esa vez.

El aire frente de mí se cortó casi al tiempo que mi respiración, la cabeza del demonio cayó en mi pecho y mientras empezaba a evaporarse de manera extraña un hombre de cabello largo con una catana en mano me miró.

—N-no me mate... —Susurré con miedo mientras temblaba tirada en el tatami, mi mano ocultaba mis lágrimas e inesperadamente los brazos de aquel hombre me acurrucaron. La calidez, tranquilidad y el aura de que a su lado estaría bien que brindaba era asombrosa por lo que me puse a llorar como si las lágrimas se llevaran mis penares y envuelta en sus brazos me quedé dormida sin más.

El sol matutino me molestó obligándome a abrir los ojos y en el pecho del joven pelirrojo me sonrojé sintiendo por primera vez el calor de dormir con un hombre, así que nada de lo que pasó había sido una mentira y no sabía si eso era bueno o no.

Lo desperté con el aroma del desayuno sin querer e iniciando la conversación el silencio inundó mi casa, al menos por parte de él.

—Quisiera agradecerte por lo de ayer, así que... puedes volver cuando desees.

Fue lo último que pude decirle sin saber si quizá era sordo o mudo y por eso no me respondía, pero confiando en que el destino nos uniría si es que tenía que ser así lo despedí con una sonrisa.

Cada tanto veía al joven que en una de sus tantas visitas me dijo su nombre, uno muy lindo con el que ahora podía llamarlo cada que le contaba algo, porque aunque él no era del tipo que conversaba mucho siempre escuchó atento mis tonterías.

—Yoriichi-san, deberías dormir esta noche aquí, hace demasiado frío como para que te vayas. —Por supuesto que estaba preocupada por que se enfermara, pero si era honesta la necesidad de estar entre sus brazos me atacaba día tras día desde que desperté entre ellos.

¿Quién hubiera imaginado que en medio de la madrugada Yoriichi buscaría por mí casi como si supiera la necesidad de ser abrazada por él que tenía?

Agradecí mentalmente por las molestias que seguro había tenido y sintiendo que sus brazos rodeaban por completo mi cintura el movimiento involuntario de mis caderas contra su entrepierna me pusieron nerviosa. Volteando para estar cara a cara con aquel chico y así no tener que rozarme contra él la emoción corriendo por mis venas sólo aumento, sus labios naturalmente húmedos y rosados me llamaron terriblemente.

—Lo siento, Yoriichi-san. —Dije momentos antes de besar la comisura de sus labios, sin embargo sus manos aún en mi cintura me hicieron caer sobre sí para atrapar mi boca con la suya y empezar a besarme. Sus manos grandes incitaban a que mis caderas se movieran lentamente mientras intentaba no gemir, algo que me fue imposible.

—¿No estás molesto, Yoriichi-san? Pregunté una vez que mis fuerzas me funcionaron para alejarme —No vendría aquí si no quisiera verte. No dormiríamos juntos si no quisiera abrazarte. No te besaría en vano para molestarme. —una suave sonrisa me fue regalada para tomar mi mentón y volver a conectar nuestros labios de una forma aún más deseosa.

Rodamos en la cama quedando debajo del joven de cabellos largos para sentirlo besar mi mejilla, bajar a mi cuello dando suaves lamidas y entrometiendo sus dedos entre mis piernas quitó mi ropa interior.

Sus yemas de los dedos acariciaron todo el camino de mi rodilla hasta mi feminidad por la cara interna de mis muslos para volver a hacer el recorrido y terminar abriendo mis piernas. Su lengua formaba suaves figuras por mis pechos descubiertos al tiempo que mi cuerpo entero temblaba ante él.

—Yoriichi-san... necesito más... —Los mimos en mi piel eran enviciantes, pero a medida que no tocaba mi sexo sentía que lo necesitaba más. Tomé su muñeca restregando con placer la palma de su mano entre mis pliegues, jadeé y mordí mi labio cuando sus dedos aprendieron mi ritmo y comenzaron a aumentarlo y a jugar dentro de mí.

Cuando mis gemidos anunciaron un orgasmo repentino sus falanges fueron retiradas y reempazadas por algo más largo y grande —No es justo... —pude a duras penas mascullar —Tú sigues vestido... mientras yo soy un desastre. —mi errática respiración y mi yukata abierta completamente era lo que Tsugikuni veía mientras yo su usual ropa.

Descubriendo su trabajado torso una tras otra las prendas que llevaba fueron despojadas hasta quedar igual, esos dulces besos que desde un principio codicié del muchacho se presentaron mientras sentía la punta de la longitud del mismo rozarse contra mi entrada. Mis caderas se movían intentando tenerlo dentro de mí, eso hasta que guiando su masculinidad lo sentí llenarme centímetro a centímetro.

Acarició mi mejilla con la suya dando empiezo a un vaivén que gradualmente iba adquiriendo rapidez, mis gemidos salían disfrutando de lo profundo y rápido que había llegado ese hombre conmigo, amando la suavidad de su piel, el calor que emanaba, los gruñidos producidos, las estocadas cuidadosas y la atención a lastimarme.

—Te adoro, Yoriichi-san. —Confesé dominada por la satisfacción y el cansancio, mi cuerpo ya no podía soportar esta inmensa felicidad que había sido cultivada y la cual floreció tan repentinamente, por lo que mi segundo orgasmo me alcanzó.

El aludido siguió proporcionándome embestidas llenando por último mis piernas de su esencia —Yo también te adoro, Fumiko-san.

Rendidos y acurrucados dejábamos que la madrugada nos llevara al mundo de los sueños —Por favor nunca te vayas... —mencione medio dormida sobre su pecho dándole un beso de buenas noches. A estas alturas lucíamos como una joven pareja de recién casados que disfrutaba de su romance.

—No lo haré...

Kimetsu S Yaiba. [One Shots] [Personajes de KNY] [ L E M O N ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora