Douma. [1]

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Escuché por las campesinas del pueblo en el que me encontraba viajando que existía una persona que cumplía con todo tipo de peticiones, lo que se me hizo una completa basura, ninguna persona podría hacer tal cosa.

Los meses pasaron y los pueblos en los que me escondía hablaban del mismo chico, uno de ojos color arcoiris, algo completamente ficticio para mí y aunque la curiosidad tocaba mi puerta desaparecía de ella casi al instante, aunque siempre me preguntaba lo mismo, ¿qué pediría si tuviera la oportunidad?

—¿Qué hace una pequeña chica linda cómo tú a esta hora? —Escuché tras mis espaldas en el bosque donde se suponía pasaría la noche; estaba acostumbrada a los ladrones, violadores e incluso a la gente amable que quería ayudar, pero esa voz, era distinta a todo lo anterior. Tenía un toque tenebroso, seductor a la vez que vacío.

—Tranquila, no te lastimaré. —La misma descripción del chico me llamó —Puedo hacerte feliz si lo deseas, para eso venías, ¿no?

Así fue como conocí a Douma-sama, recordar esa vez hacía saltar mi corazón y enrojecer mi rostro —¿Gusta más té? —ofrecí con una tetera en las manos y un gesto de aprobación de parte del joven —¿Por qué después de tantos años no me haz pedido ni una sola vez algo? —el abanico del rubio tapaba parte de su boca —Porque Douma-sama me da todo lo que necesito, me cuida y me hace feliz, no puedo permitirme ese lujo.

—Sabes que puedes solicitar lo que quieras. —Asentí sintiendo innecesariamente demasiado cerca sus labios a los míos, ¿cómo podría decirle que lo quiero a él? Me enamoré de su calidez, de su interminable sonrisa, su mirada llena de compasión sofística, de su falsa preocupación por otros pero sobre eso de cómo me protegía. Me preguntaba si sus atenciones eran sinceras conmigo o como con los demás.

—¿Segura...? —Podía sentir su suave piel rozar con la mía —Y-yo... yo quisiera... que Douma-sama me... —jadeé por el simple hecho de pensar en lo que diría —¿Quieres que...? —su pulgar acarició mis labios —Que por una vez... usted me haga el amor.

Nos besamos de forma casi que instintiva, parecía que nuestros cuerpos se deseaban, ¿por qué me contuve teniendo tantas oportunidades en el pasado? La tetera y el recipiente en el que lo serví se vaciaron sobre el piso cuando intenté subir al pequeño altar en el que siempre estaba.

Mis piernas abiertas entre las suyas apoyada en sus hombros —¿Eso es lo que tu corazón desea? —me separé un poco por la vergüenza de mis acciones, ¿en qué carajos estaba pensando? No era algo propio de mí, de todas maneras, fue como si mis deseos reales se manifestaran sin mi consentimiento.

—No te sientas así. Puedes saciarte de mí todo el tiempo que quieras. —Su mano tomó la mía desabrigando su blusa roja dejándome palpar directamente sus abdominales bien formados —No debí pedírselo... lo siento. —y aunque mi boca decía algo mi mano seguía delineándolo.

—Si quieres me pruebas y después hablamos de eso. —Él mismo soltó su cinturón guiándome a su sexo escasamente erecto. Tragué duro mirando su cuerpo preguntándome sobre el sabor del mismo, dijo que podía degustarlo, ¿cierto?

Lamí a la mitad de su pecho bajando mientras mi mano acariciaba la empuñadura del chico, su aroma era dulce pero masculino, penetrante sin ser agobiante, suficiente para ser percibido e inconfundible. Dejé una marca en su pelvis como una prueba de que alguna vez me perteneció, qué posesiva soy, ¿no?

Repasé mis labios en la piel enrojecida llevándome a su miembro, lengüeteé la punta, luego el medio de este y al último la parte donde se unían sus testículos, succioné un poco su dermis escuchando la voz áspera de Douma.

Aquel joven de ojos arcoiris dejó que metiera su pene en mis labios, que sorbiera tanto como quería en la velocidad que más me gustaba, no sé si lo estaba torturando pero con cada arcada lo sentía tiritar.

Me levanté divisando una erótica expresión de su parte, robando su lengua para hacerla luchar con la mía, levantó mi falda apretando mi trasero con una mano al tiempo que me estrechaba por la cintura, sus dedos separaban mis nalgas acariciando mi feminidad con uno de los mismo.

Douma levantó mi ser poniéndome en medio de sus piernas a espaldas de él, mis pies sostenidos con los suyos exhibiendo mi mojada intimidad. Nuevamente sus dígitos arribaron moviéndose en círculos justo donde se encontraba mi clítoris, mi ropa interior se perdió penetrándome con más facilidad sin ella.

Con las yemas de sus dedos entrando, rozando mi punto dulce y saliendo para volverme a llenar empezó a complacerme, besó mis labios de la manera más lasciva que pudo pellizcando uno de mis pezones mientras aceleraba su acciones, en cualquier momento desfallecería por su toque.

La habitación estaba llena de mis gemidos, los sonidos húmedos, una brisa que refrescaba la calentura de mi cuerpo, pero sobre todo eso en lo único que podía pensar era en la dulce voz de Douma rozando mi oído —Jamás pensé que quisieras esto, no creo que pueda seguir ocultándote los sentimientos que has despertado en mí, ¿esto es lo que llaman amor? Porque así se siente, es tan diferente todo ahora contigo, ¿pude haberte amado antes? Porque oír tu dulce voz retorciéndote en placer me está consumiendo y sólo me haces codiciarte más.

Yo le dije que me hiciera el amor, cierto, pero esto me estaba derritiendo, no sólo mi cuerpo lo hacía, sino también mi corazón se deshacía como un helado bajo los intensos rayos del sol, ahora entendía con lo que se referían a que cumplía con cualquier tipo de deseos.

—Douma-sama... lo amo. —Pude decir entre un agudo chillido que dio indicio del primer orgasmo de la noche.

Me abrazó besando mi cabeza para cargarme y llevarme a su cuarto personal, nunca había entrado por respeto y al llegar a esta habitación no pude evitar sumergirme en la esencia del rubio, definitivamente él me hacía feliz.

Kimetsu S Yaiba. [One Shots] [Personajes de KNY] [ L E M O N ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora