27 - Encuentro de hermanos.

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Al día siguiente, Sanemi se había despertado más tarde, me trató aún peor que antes. Hasta me ignoro por un rato, por mediados de la mañana una mujer llegó.

Abrí la puerta, era una anciana. - Buenos días. ¿Se encuentra Shinazugawa? - Preguntó por el pilar, parecía tener entre 50 y 70 años. - ¿Que desea? - Pregunté, con mis manos en la puerta.

- Le traigo un regalo. - Tenía una pequeña caja envuelta en una pequeña tela color celeste bebé. - Nunca había visto una jovencita en su finca. - Me entrego su mandado, se notaba lo cansada que estaba.

Voltee mi cabeza al interior de la casa, los pasos por el pasillo indicaban que el hombre se acercaba. - Bueno, no soy nadie importante... - Agregué, mirando lo que tenía en mis manos. ¿Sanemi compraba dulces? Por su olor fuerte, parecían serlo.

- ¡Shinazugawa! ¡Por fin lo veo! - Parecía tenerle mucho aprecio a Sanemi. Dejo de interesarse por mi y saludo entusiasta al pilar. - ¿Ah? - El se acercó, quedando a mi lado. Los mire confundida.

Podría irme hasta que terminen de hablar. - ¿Quien es la amable niña que me recibió? ¿Por fin está pensando en casarse? - Río. Que tenebroso es pensar en el hecho de casarme, más con un tipo como el.

- No, no. De hecho, vendran muchas más personas por asuntos de trabajo. - Luego de ser confundida por la prometida de Sanemi, la mujer volvió a echarme un vistazo. - Señora... Su doctor dijo que debía reposar. ¿Que hace aquí? - Preguntó otra vez, a lo que ella sonrió. - Quería agradecerle por la ayuda que me ha dado. Es uno de mis mejores clientes, por eso le cocine algo especial. - La acción de la mujer confirmo mi duda sobre si Sanemi compraba dulces.

- Desde que me enfermé ya no puedo trabajar como antes, usted es de los pocos clientes recurrentes que tengo. - Suspiro. La mujer parece tan tierna y amable, es una pena. Me preguntó que clase de enfermedad tendrá, debe ser de las que llegan con la edad. - ¡Yo sé que usted trabaja mucho, por lo que pasa poco tiempo en su casa! Le agradezco mucho su comprensión como cliente y persona. - Se inclino, agradeciendo a morir. ¿Que tanto comprará para que lo trate así?

- Ella tiene el regalo. ¡Espero que lo disfrute! - Se levantó lentamente y me señaló con la mirada. Sonreí presionada por las vistas de los presentes.

- ¿Su nieto no la esperan? Debería irse. - Mire la caja otra vez, la dejé sobre la mesa y puse mis manos sobre mis piernas. - ¡Quería venir conmigo! Pero como sería una visita corta, lo deje en casa.

- Ya veo, es lo mejor. - Agregó. La anciana termino de despedirse. Sanemi es la mejor representación de alguna clase de doble cara expontáneo, si lo es.

Cuando Sanemi estaba a punto de darle el dinero del producto, ella se negó rotundamente hasta que se canso de insistir. Su despedida fue tan corta como su visita.

Lo deje en la mesa, para seguido sentarme. - Así que... Ahogi. - Esa caja estaba llena de ese dulce, por eso emanaba un olor tan fuerte. No quería hablar con el en absoluto, al ser los únicos en el lugar era difícil comunicarnos, y no hacerlo al mismo tiempo. Era una situación incómoda.

- Ven. - Me ordenó, me levanté y camine detrás suyo. Cuando está tranquilo se ve más humano, aún así ¿Por qué se puso tan agresivo ayer y ahora actúa como si nada pasara? En mis mejores posibilidades estaba en hecho de que no sabía que eran las cartas de Genya, una completa mentira. No podría atreverme a preguntarle directamente.

Me caía mal. Genya lo quiere mucho "¿Por qué será de esa manera?" Volví a preguntarme. Me llevo al patio.

Entrenamos toda la mañana hasta la hora del almuerzo. Cortamos bambú, lo hacía con una velocidad impresionante, le seguí el paso y terminamos utilizando la mitad de lo que tenía guardado. Durante la pelea de katanas y cuerpo a cuerpo, se había convertido un salón de lucha libre. Había podido tirarlo esta vez, pero como era esperado, la pelea termino conmigo derrotada.

Cuando te vea otra vez | Genya ShinazugawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora