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                 C A P Í T U L O     X X I

El fin de semana resultó ser tan largo como bueno, seguía sin poder creer que había terminado la universidad y que pronto comenzaría a trabajar

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El fin de semana resultó ser tan largo como bueno, seguía sin poder creer que había terminado la universidad y que pronto comenzaría a trabajar. Poder ejercer mi profesión, algo para lo que me preparé por años, resultaba gratificante y emocionante, sin embargo, el pequeño y accidental beso que pasamos Chris y yo, seguía vagando por mi cabeza aumentando los nervios de forma impresionante, tanto que me era imposible ocultarlos. El estómago se me revolvía y no paraba de sonreír cada vez que la imagen aparecía de nuevo.

Recordando los perfectos labios de Chris sobre los míos, alisté mis cosas para ir al hospital. Ya había pasado un mes desde la última visita con el señor Sanders, por lo que, aunque aún no me gustara demasiado ir, era necesario hacerme un nuevo chequeo. Mamá alió de la cocina e hizo un gesto con su rostro en dirección a la puerta, papá no podía acompañarnos, tenía un caso que resolver, así que sólo seríamos nosotras.

Mientras la mujer manejaba comencé a pensar en que si era una buena idea contarle sobre lo que había pasado con el rubio, no sabía si se enojaría e incluso cómo reaccionaría, pero desgraciadamente no pude aguantarme más. Necesitaba sacarlo.

—Mamá —la llamé.

—¿Sí, cariño? —respondió sin dejar de ver la carretera.

—Tengo que contarte algo —dije con nerviosismo.

—¿Qué ocurre, Jay-Jay?

Froté mis manos y limpié el sudor que había en ellas contra el pantalón.

—Chris me besó —anuncié con rapidez.

Detuvo el auto con brusquedad, haciéndome topar con la guantera. Se quedó en silencio durante varios segundos en los que yo creí que pronto moriría de un infarto ahí mismo. Entonces volteó a verme con asombro, creí que estaría a punto de regañarme, pero su seriedad cambió a una amplia sonrisa que me asustó. Soltó un grito de felicidad y tomó mi mano dándole un gran apretón.

—¡Ay, Jayden! ¡¿Cuándo sucedió, cariño?! —quiso saber ansiosa.

Pude respirar con normalidad nuevamente.

—Mamá, enciende el auto, llegaremos tarde a la cita —recordé entre sonrisas.

—Lo siento, cariño —volvió a girarse para hacer lo que le pedí—. Pero cuéntame —insistió con emoción.

Exhalé con algo de fuerza por la nariz, sintiendo mi estómago cosquillear y mis mejillas doler.

—Fue el sábado, el día de la graduación —jugueteé con mis manos.

Por un segundo, mamá me miró con indignación.

—¡Cariño! Ya han pasado cuatro días y no me lo contaste, ¿por qué?

—No lo sé, no podía dejar de pensar en eso y no sabía cómo ibas a reaccionar —me encogí de hombros.

Formó una mueca de desagrado.

Entre máscaras  y corazones  rotos || Chris Evans (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora