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              C A P Í T U L O   X X V

Pasó un mes desde lo sucedido con el rubio, los días se me fueron en un abrir y cerrar de ojos, y el tiempo parecía transcurrir tan rápido cuando estaba con Chris

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Pasó un mes desde lo sucedido con el rubio, los días se me fueron en un abrir y cerrar de ojos, y el tiempo parecía transcurrir tan rápido cuando estaba con Chris. Ahora que ya éramos... novios, la mayor parte del tiempo estábamos juntos, él iba por mí al salir del trabajo e después llegábamos a la cafetería, o simplemente nos quedábamos en casa haciendo cualquier cosa para entretenernos. Estar cerca de él mejoraba mis días y tranquilizaba mi corazón, aunque, a veces recordar que me amaba o nuestra relación, ocasionaba que mi respiración se acelerara.

Estar con Chris Evans era lo que siempre deseé, un sueño hecho realidad, pero al mismo tiempo me aterraba, porque sabía perfectamente que estar cerca de él traía demasiadas consecuencias, la prensa en cualquier momento podía atacarnos e incluso ponía en riesgo a mis padres, y eso era lo que más me preocupaba. Gracias al cielo, sabiendo bien que no duraría mucho, ni paparazis ni los fanáticos de Chris se habían enterado de lo que pasaba entre nosotros, y eso me tranquilizaba, mas de una u otra forma, mentalmente me preparaba para lo que sea que estuviera por llegar.

Era sábado por la mañana y yo aún estaba enterrada bajo las cobijas. Me sentía cansada de tanto estrés y saturación en el trabajo, tan metida en mis sueños con el rubio, que, de pronto, un portazo ocasionó que me despertara de golpe.

—¡Jayden! —Se escuchó la voz de mamá.

—¡¿Qué ocurre?! —Me senté con cierta dificultad a la orilla de la cama, volteando hacia ella con los ojos más cerrados que abiertos.

—¡Tenías cita en el hospital! —Su anunció borró casi el sueño por completo. Mamá se mostró apenada—. Se me olvido por completo, cariño, perdóname.

—Está bien, mamá, no pasa nada —traté de tranquilizarla haciendo un ademán con ambas manos—. ¿A qué hora era?

—No lo sé, creo que era a las nueve —rascó su cabeza.

Me golpeé la frente con la palma abierta. La cita ya estaba perdida, pero no era su culpa, al igual que yo, mi madre solía levantarse muy temprano todos los días para llevarme al trabajo, sobre todo esa última semana, en la que los pendientes en el hospital se hicieron muy grandes y pesados, a ella también le afectaba. Le agradecía por tomarse la molestia de cuidarme tanto, no podía molestarme por algo así.

—Hay que llamarle al señor Sanders y preguntarle si aún puede consultarme —propuse tallándome los ojos con el dorso de la mano.

—Está bien, cariño, espérame.

Me quedé en el mismo lugar, pensando en seguir durmiendo tan cómodamente como lo había hecho hasta entonces, y casi pude jurar que la cama me llamaba a gritos, pero no podía faltar a esas consultas por mucho que no me gustaran. Al final, con todo el dolor de mi corazón, me coloqué de pie y comencé a arreglar las cobijas.

Entre máscaras  y corazones  rotos || Chris Evans (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora