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           C A P Í T U L O   X X I X

Desperté con una cálida y juguetona lamida sobre mi rostro por parte de Dodger, siendo esto un saludo y una orden para que me levantara de la cama y le diera su desayuno

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Desperté con una cálida y juguetona lamida sobre mi rostro por parte de Dodger, siendo esto un saludo y una orden para que me levantara de la cama y le diera su desayuno. Me tapé el rostro con las sábanas para intentar dormir, consiguiendo que se molestara y apartara con su hocico todo lo que pudiera cubrirme, él era muy listo; haló de mi calcetín derecho para intentar llevarme hasta su comida, mas no logró moverme ni un solo cabello, luego de insistir tanto comenzó a aullar. Era un gran chantajista.

—Ya voy, ya voy —respondí entre risillas, poniéndome de pie.

Mientras que me colocaba las pantuflas, él ya me esperaba en la puerta. Me dirigí a Dodger siendo mi guía hasta la cocina, como si pudiera perderme en cualquier momento, siempre me cuidaba mucho. Desde la última vez que estuvo por una larga y triste semana en casa de Chrissy, mi pequeño Dodger había crecido mucho enloqueciendo por completo mi corazón.

El sonido de las croquetas cayendo sobre el tazón de aluminio lo volvió loco, provocando que su esponjosa cola de color café se meciera con tanta rapidez a la par que comenzaba a dar pequeños saltos. Estaba ansioso por probar su comida. Quizá tal sonido o sus escandalosos chantajes, hicieron que mis padres despertaran.

—¡Pero qué alboroto! —exclamó mamá fingiendo enojo—. ¡Buenos días! —saludó después.

—¡Buenos días para mis comelones! —siguió papá, besándome la frente antes de dirigirse a Dodger.

—¿Tan temprano está comiendo? —preguntó mamá.

—No puedes preguntarte por qué es así, cariño. Sabemos bien que es igual de comelón que nuestra Jay-Jay.

—¡Papá! —reproché a lo que ellos rieron.

—Prepararé el desayuno —canturreo mamá antes de que se desatara una guerra.

—Iré a bañarme, vuelvo en seguida —ante sus palabras, le lancé a mi padre una mirada matadora, dirigiéndome luego a Dodger—. ¿Te quedarás?

Volteó a verme lamiendo sus bigotes, me observó un par de segundos y luego a su plato, me dio como respuesta un ladrido, estaba segura que eso significa que iba a quedarse.

—Está bien, capitán, lo que usted ordene —ladró de nuevo regresando a su comida.

Era de esperar esa respuesta, pues le gustaba comer muchísimo, y no podría juzgarlo, yo habría hecho lo mismo, estaba completamente segura que la comida era una de las cosas más lindas y exquisitas que podía tener el mundo.

Subí a la habitación para poder limpiar y ordenar todo antes de darme un larga y calmada ducha. Ese día opté por un atuendo sencillo, con mis habituales tenis color blanco, un pantalón de mezclilla y una camisa de botones con rayas blancas y azul claro. Maquillarme no fue difícil, lo que sí lo fue, resultó ser escoger cómo peinarme. Luego de terminar con la cabeza doliendo de tanto tirón de pelo, terminé dejándolo suelto, tomando solo dos mechones para unirlos con un listón blanco.

Entre máscaras  y corazones  rotos || Chris Evans (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora