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               C A P Í T U L O    X I I

Las clases habían terminado muy rápido, los días avanzaban de igual modo aumentando los nervios y ganas de llorar al darme cuenta de que, en menos de lo que pensaba, estaría por graduarme y obtener un título en cardiología

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Las clases habían terminado muy rápido, los días avanzaban de igual modo aumentando los nervios y ganas de llorar al darme cuenta de que, en menos de lo que pensaba, estaría por graduarme y obtener un título en cardiología. Decir que estaba emocionada era poco, terminar la universidad era una de las tantas metas que tenía en mi vida y esperaba poder cumplir. Si bien mi enfermedad había influido a la hora de decidir qué estudiar, a qué quería dedicarme el resto de mis días, lo cierto era que la idea de ayudar a los demás me apasionaba en demasía.

Me encantaba la idea de poder servir de apoyo en algo que entendía en carne propia, pensando que aquello me facilitaría las cosas para saber tratar a los pacientes. Los entendía, por supuesto que sí, y también quería ayudarlos tal como el señor Sanders y mis padres lo habían hecho conmigo.

Caminé hacia la salida de la facultad, imaginando el grandioso día, lo que me pondría, y seguramente en lo mucho que lloraría al tener el papel en mis manos. En medio de mis pensamientos, decidí ir a la cafetería antes de llegar a casa, pero el griterío que se escuchaba desde afuera llamó toda mi atención.

Abrí la puerta con cierta duda, justo cuando la muchedumbre gritó: "¡AHÍ ESTA ELLA!" Los profesores alzaban la voz tanto como podían, pero el gentío no paraba de gritar y dejaban a un lado lo que los educadores les anunciaban. Se empujaban alocadamente tratando de acercarse a alguien, sin embargo, no sabía a quién se referían. Las autoridades trataron de poner orden para bajar todo el escándalo, haciendo todo lo posible para alejarlos de ahí, pero nada funcionaba.

¡Señorita Jayden! —Me llamó una reportera, empujando con el codo a uno de sus compañeros—. ¿Qué está pasando con Chris Evans?, ¿ya son pareja?, ¿qué tiene que decir al respecto, señorita Mills?

Las palabras de aquella mujer me dejaron en un estado de asombro. Negué con la cabeza al darme cuenta de lo que estaba pasando, las piernas comenzaron a temblarme y me sostuve de la puerta cuando creí que caería al suelo. Mis latidos se aceleraban poco a poco y la desesperación me estaba consumiendo, ocasionándome un indicio de ataque de pánico.

Los paparazzis seguían haciendo preguntas. Para donde quiera que volteara eran más y más interrogaciones. Deseé que mis padres estuvieran ahí conmigo. Los reporteros empujaron a los profesores tratando de acercarse más a mí, algunos cayeron al suelo y otros sólo pusieron más resistencia para que eso no terminara en una tragedia.

Observé cada rincón que había a mi alrededor tratando de encontrar una salida, pero no parecía existir ningún arreglo. El señor Peterson hizo un movimiento con la mano para que saliera de ahí, apartando a unos cuantos de ellos, aceleré el paso hacía donde me indicó, pero desgraciadamente volvieron a rodearme, haciéndome sentir asfixiada necesitaba salir de ahí cuanto antes.

Seguí mi curso sin detenerme, ignorando todas sus preguntas y tratando de no mirar hacia la cámara. Los rempujé con el brazo derecho intentando escapar lo antes posible, mis latidos se volvieron irregulares. Todo estaba empeorando dentro de mí y en lo único que podía pensar era en mis padres y que cada vez veía más cerca mi muerte.

Entre máscaras  y corazones  rotos || Chris Evans (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora