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Múnich, Alemania.

MIA STEIN

El frío otoño ya azotaba nuestra casa en Alemania y a pesar de ser apenas septiembre. Las bajas temperaturas siempre llegaban a nuestra zona más temprano de lo normal, mamá culpaba la altitud.

 La madera ardía en la fogata.

Kaia tomaba un sorbo con cuidado del recién hecho chocolate caliente de mamá, llevaba su  vestido negro favorito.

Heist estaba con la mirada perdida.

Yo me encontraba sentada al lado de Frey en el piso armando una de sus líneas de trenes, todavía sorprendida porque el solo dejaba que mamá y yo las tocáramos.

 Sonreí al  recordar que hace unos días, Heist había pisado una de las estaciones que Frey y yo estábamos armando, Frey lo golpeo muy fuerte en la mandíbula y Heist tuvo que aguantarse para no devolverle el golpe.

Uno de mis padres, Valter Stein estaba echándole leña a la fogata mientras Peerce Stein estaba serio con una laptop sobre su regazo y Mayne Stein estaba acostado en el sofá jugando desinteresadamente con una réplica exacta de la pequeña pelota que había sido mi fiel acompañante en  las terapias con mi padre.

Asistía a terapias con mi padre Mayne que era psiquiatra, a veces los lunes y sábados con mi tía Jazmine que era psicóloga. Asistía desde que tenía memoria para ser exactos desde que tenía cinco años, cuando mi padre y mi tía me diagnosticaron con Trastorno de identidad disociativo (TID) a pesar de no ser hereditario, mi madre también lo padecía, lo que más nos había destrozado escuchar era que mi otra identidad tenía psicopatía.

La misma identidad se había manifestado cuando tan solo tenía seis años, gritándole a mamá, quien para mi suerte se dio cuenta de inmediato.

 Escuchaba su voz en mi cabeza, siempre.

A los diez años cuando mi madre y mis padres fueron a cazar, uno se les había escapado, me siguió y me secuestró en busca de venganza. 

No recuerdo nada de lo que pasó porque quien vivió esos dos meses en los que estuve retenida fue la otra identidad. 

Cada vez que se manifestaba, lograba escabullirse al sótano para ver en vivo y en directo, como si se tratara de una función de circo como mis padres torturaban a los monstruos que cazaban.

Mamá m e había enseñado a controlar las veces en las que ella se manifestara.

Alos once años en una terapia con la tía Jazmine, la manifesté, un año y medio después la otra identidad fue diagnosticada con psicopatía. 

 Ese trastorno si que era genético y eso dejó a entrever quien era mi padre. 

Era la menor de los Stein. 

Frey y yo limitábamos nuestra interacción con otros, Heist y Kaia eran los más rápidos si de adaptarse se trataba.

 Por eso Frey y yo pasábamos tiempo juntos, cuando era yo. 

Frey había sido diagnosticado como autista, el tiene una rutina muy especifica y calculada, se altera y tiene ataques violentos si alteramos sus rituales.

Pasábamos tiempo juntos por el simple hecho de entendernos, porque estábamos igual de jodidos.

Solo pasábamos tiempo juntos cuando no estaba Kaia, ya que confiaba mucho más en ella.

Ein Monster - Frey SteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora