❝ La conocí en mi camino a Chicago donde ella estaba completamente sola, yo también lo estaba, así que le pregunté por su nombre. Ella sonrió y me miró, yo estaba sorprendido de ver que una mujer así estuviera interesada en mi ❞
Obra original de:...
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"Cuando la sostuve cerca ella me dijo como se sentía, para mi se sintió tan real, esta chica... ella tenía que ser un ángel enviado desde el cielo para mi"
—¿Quién era?— Tristan repitió su pregunta aún con esa mirada profunda de confusión.
Chicago tosió para distraer y salió del vestidor con el celular en la mano.
—Era mi jefe— al fin pudo articular palabra, pero fue una mentira, ella volteó a verlo.
El moreno no era de esas parejas tóxicas que se ponían celosas hasta del aire, así que decidió olvidar el tema y no pasarlo a más, realmente él confiaba mucho en Chicago.
—Bien, solo venía a decirte que los niños quieren que veamos una película con ellos ahora, ¿vienes?— él caminó hasta la puerta.
—Uh... si, enseguida voy— Chio asintió suspirando pesadamente, Tristan se fue y con los dedos temblando le volvió a llamar al número que se había quedado registrado y al cual le colgó.
Michael Jackson.
¿Esto debía ser un sueño estupido, no?
Mientras tanto, el hombre de rizos se había quedado con un mal sabor de boca cuando Chicago le colgó la llamada de la nada. Primero pensó que algo había hecho mal o si su muy directa forma de ser la había asustado.
Después pensó que quizás ella no estaba totalmente interesada en ser su amiga.
Por el momento.
Sin embargo, su celular sonó de vuelta, esta vez en una llamada para él.
—¿Si?— contestó, sabiendo que Chicago le había devuelto la llamada.
—¡Michael!, lamento lo de hace rato— ella dijo en la línea mientras se cruzaba de brazos— Sabes, no todos los días una súper estrella del pop te llama pidiéndote cenar con él.
El rizado soltó una risita, ahora estaba contento porque ella no lo había ignorado.
—¿Entonces aceptas?— Michael inquirió.
Chicago desde su habitación se tomó un respiro y pasó una mano por su cabello rubio bien peinado, miró para todos lados y sabía que tendría que ponerle una convincente excusa a Tristan para irse aquella noche.
Ella sonrío medianamente.
—Desde luego.
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