N°7 | 𝐌𝐞 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐬 𝐭𝐮

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—¿Estás enojada conmigo, mami?— la voz de Santi me llega desde la espalda cuando estoy en una de las habitaciones de huéspedes terminando de acomodarla para la "visita"

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—¿Estás enojada conmigo, mami?— la voz de Santi me llega desde la espalda cuando estoy en una de las habitaciones de huéspedes terminando de acomodarla para la "visita".

—No, ya te dije que no estoy enojada— suspiré cansada— Lo único que no me gustó fue que literalmente le dijeras a Michael que podía venir a quedarse aquí en la casa cuando yo no había aceptado todavía— me giré a verlo— Eso no se hace, hijo.

Él asiente bajando la cabeza.

—Perdón mami, es que me emocioné— se defendió— Además, no pensé que fuera tan malo que él se quedara aquí, yo creía que ustedes dos eran amigos.

Rasqué mi nuca pensando en todo esto, igual ya no se podía dar marcha atrás, Michael va a llegar en 30 minutos, mis hijos están felices pero yo no se como sentirme, o como terminar de sentirme.

—Santi, tu papi acaba de morir, no creo que sea momento de empezar a tener visitas en la casa, sabes— alcé mis hombros— Pero ya, todo está bien, espero que salga bien.

Mi bebé torció una sonrisa casi sin ganas, le abracé un poco para que supiera que en serio digo que todo está bien. De pronto Axel llega también a la habitación.

—Ya llegó Michael— avisa— Está en la puerta.

Abrí los ojos con sorpresa— Pero se supone que llegaba en media hora, apenas son las 10 de la mañana.

Mi hijo alzo sus hombros desentendido. Miré para todos lados asegurándome de que la habitación estuviera en perfecto orden, limpio y ordenado, no se en que momento Santi me había metido en este embrollo, no es porque no quiera ver a Michael, es que su presencia en mi casa donde vivía mi esposo me provoca malas vibras.

¿Por qué precisamente quería quedarse aquí?

—De acuerdo, chicos, escuchen— les llamé y ambos me miraron fijamente— Michael estará aquí cuatro días, hoy es viernes, el lunes por la noche todo esto terminará, pero quiero que entiendan que deben portarse bien. Recuerden que él, por muy amigo que sea de ustedes no deja de ser un adulto y de ser una estrella del pop, alguien famoso, así que sean amables.

—Lo sabemos, mami— ellos respondieron al mismo tiempo.

—Entonces, vamos— les alenté.

Para cuando bajamos las escaleras mi garganta ya tenía el nudo más grande de todos, intenté vestirme normal, una camisa cualquiera y unos jeans, nada llamativo, se supone que sigo de luto, supongo.

Me preparé mentalmente para esto toda la noche, es increíble que Michael haya querido venir desde Suiza hasta Chicago solo por el cumpleaños de mi hijo. ¿Debería darle las gracias?

En cuanto la puerta es abierta por Santi y Axel, un par de hombres aparecen inmediatamente con trajes negros de seguridad, se hacen espacio y de ahí es cuando el mismísimo cantante se observa.

𝐂𝐇𝐈𝐂𝐀𝐆𝐎 | Michael Jackson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora