16• 𝐕𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬 𝐲 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬

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Aquí, tengo dos opciones, o me quedo y enfrento esta situación de una vez de manera escandalosa, o puedo correr.

Quizás la segunda opción es mejor.

—Sabes, recordé que Ashley tiene tarea y debe de hacerla en un lugar tranquilo como el hotel donde nos quedamos— me puse de pie de la mesa y miré a Michael con el corazón latiendo a toda marcha— Debo irme.

—Creí que pasaríamos el día juntos hasta que tu vuelo salga— Michael frunce su ceño— Quería que conocieras a mi manager.

—En otra ocasión podría ser— le sonreí con miedo y me acerqué a él.

En serio, si no me voy ahora en cualquier momento vendrá Tristan, y el mundo se acabará para mi.

—Diamante, por favor, quédate— pide con esperanza y en mi pecho un hueco se forma.

Jesús, no me llames así porque derrites mi pequeña alma.

Sostuve los lados de su rostro y desde donde él estaba sentado le di un beso.

—Perdón, de verdad siento mucho irme— con pena le dije— La escuela de Ashley es muy exigente y si no entrega esta tarea pueden reprobarla— mentí, mi prima hasta de vacaciones estaba.

—Pero...

Volví a callarlo con otro beso, uno más largo, sus labios me tienen hipnotizada.

—Llámame, ¿si?— sugerí algo triste— No me mires así porque no me hace sentir bien.

Michael quita sus lentes de sol y me mira directamente con la duda invadiendo sus pupilas las cuales se expanden, no se que hace, pero me intimida.

—Nunca te lo había dicho pero a veces eres algo extraña— murmura, después suspira— Voy a echarte de menos otra vez.

El tiempo seguía corriendo, mis hijos y Tristan pueden aparecer en cualquier segundo. Debo irme ya!

—Volveremos a vernos, te lo prometo— traté de darle una sonrisa diminuta.

Ashley salió de la heladería junto a Bill y Raúl con helados en sus manos. Desesperada, me alejé de Michael y jalé a mi prima del brazo para correr inmediatamente de ahí.

—¡Nos vemos!, ¡Fue un placer!— exclamé mientras corríamos.

—¿Pero qué haces, Chicago?— Ashley tira sus helados y me replica molesta— Déjame despedirme!— bufa.

Michael y sus guardaespaldas nos observaban confundidos. Llegamos a la parada de taxis y Ashley me detuvo furiosa, ya no estábamos en la misma calle que el rizado.

—¡¿Puedes decirme que coño te pasa?!— me alza la voz— ¡Me alejaste de Michael Jackson!, ¿Estás loca?!

La miré también enojada, pero no tenía tiempo para ponerme a pelear con mi prima adolescente. Saqué mi celular del bolso y marqué al número de mi esposo y con mi mano libre llamé a un taxi que venía pasando.

𝐂𝐇𝐈𝐂𝐀𝐆𝐎 | Michael Jackson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora