Crónicas de Una Vida Pasada II

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"La esperanza nos ayuda a ver más allá de la tormenta que supone vivir un mal momento".
Bertrand Regader

El día estaba soleado, perfecto para jugar en el campo, algo con lo que cuatro niños estaban más que contentos, llevaban desde temprano corriendo de un lado para otro, risas era el sonido que inundaba aquel prado cercano al poblado. Casi todos los días iban a divertirse en aquel lugar, siempre con la advertencia de sus padres que regresaran temprano a casa, antes de que se ocultara el sol, pues la noche era peligrosa incluso para los adultos.

Las guerras se han ido intensificando con el paso de los años, por ende los bandos exigían cada vez más guerreros; los métodos de reclutamiento eran más brutales por lo que los poblados establecieron toques de queda y en cada sitio había vigías que alertaban a las mínima señal de algo inusual, para así darles la oportunidad de escapar a los pobladores, los cuales habían planificado vías de escape en caso de ser necesarias.

Sin embargo, pese a todo, muchos padres no tenían el corazón para arrebatarles la infancia a sus hijos por lo que eran algo permisivos cuando querían jugar siempre con la condición de no confiar en nadie, estar cerca del poblado y obedecer estrictamente el toque de queda. Pero no todos eran así, algunos incluso encerraban a sus niños con el temor de que de un momento a otro desaparecieran.

Por suerte para Kota, Katsumi, Mahoro y Eri ese no era el caso, sus padres sabían lo inteligentes que eran sus hijos y en la mínima señal de peligro ellos saben cómo actuar, sin contar que su poblado tenía vigías durante todo el día también, no solo en la noche y estos estaban distribuidos alrededor del pueblo. Por lo que después de mucho insistir a los adultos les dieron permiso de pasearse en aquel hermoso prado que estaba a la vista no solo de los vigilantes si no que también de muchas casas que estaban cerca.

Ellos procuraban nunca alejarse de aquel sitio, pese a que aún eran demasiado jóvenes, sabían la situación que se vivía actualmente. Kota, que al parecer era el líder, siempre les decía a los demás lo alertas que debían estar pues sus padres habían confiado en ellos. Los otros tres niños cada vez que escuchaban eso asentían con fuerza.

Ese día en particular jugaban como era de costumbre, normalmente los adultos no pasaban por allí, no porque no quisieran sino por que tenían tiempo, casi todo el rato estaban ocupados, por lo que generalmente ese prado era un espacio exclusivamente para los niños, no obstante, mientras los cuatro jugaban, casualmente pasó una persona por aquel lugar.

Los cuatro no se atrevieron a saludar a esa persona, pues el semblante de aquel hombre era serio y podrían decir que por el ceño fruncido parecía estar molesto, solo fueron unos instantes en que aquel pelicenizo se asomó por allí y siguió su camino en dirección a su hogar. Ellos por supuesto y debido a lo que habían escuchado antes, supieron de quién se trataba.

- Ese era Bakugo - mencionó Mahoro.

- Sí, era él, es el único que vive en esa dirección, lejos de todos - comentó Kota.

- Que miedo - dijo Katsuma.

- Escuché que vino aquí hace algunos años y casi nadie se atreve a ir hablar con él, pues siempre parece que está enojado, no se sabe el porque - empezó a contar Kota.

- ¿Casi nadie? - preguntó inocentemente Eri.

- Hay alguien, una vez oí hablar a mis padres al respecto. Solo una persona es capaz de ir a hablarle y ese es un elfo peliverde que lo visita todos los días. Muchos piensan que está loco por el simple hecho de acercarse a él, pues algunos dicen que Bakugo ya estuvo en la guerra, por lo que la mayoría desconfían de él.

- ¿Peliverde? ¿Te refieres a Izu? - volvió a hablar la peliblanca.

- ¿Lo conoces? - preguntaron los tres al mismo tiempo. Ella agitó su cabeza asintiendo con entusiasmo.

Lazos entre Mundos [Todobaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora