Parte 42

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Aquellas semanas pasaron tan rápidas como eternas. Nada parecía haber cambiado en aquel pueblo de las afueras. El panadero seguía levantándose a las 6:30 para ir a amasar la masa y que a las ocho en punto la señora Josefina tuviera la barra de pan calentita en su puerta. El conserje del instituto, hacía semanas que dormía tranquilamente hasta las doce del mediodía disfrutando al fin de sus vacaciones, sin tener que aguantar ni a un niño más por los próximos dos meses casi. La señora Manuela seguía yendo a caminar con su marido como cada mañana para visitar a su nieto, el dueño de la cafetería de la plaza principal, que como cada día, les invitaba a churros. Todo seguía igual, todo parecía en calma, pero los barrios, estaban más movidos que nunca.

Mis padres, habían alargado un mes más sus vacaciones cuando les dije que todo iba genial por allí, que todo estaba como siempre. Últimamente la mentira era mi única aliada. Hacia semanas que no veía a Tomas, habíamos recorrido cada punto, cada casa, cada local, pero no había rastro de él ni del padre de Hugo.

Los Villanueva desaparecieron de un día a otro, sin previo aviso, cerraron el taller, el local de coches, despidieron a todos los trabajadores.. incluso Borja había desaparecido, como si ninguno de ellos hubiera existido nunca.

El barrio rico, estaba casi desierto, todos mis amigos, todos los vecinos, habían cogido las vacaciones dejando así sus grandes chalets vigilados por cámaras, y se habían marchado a la playa o a las montañas para descansar. Helena quería que fuese con ella, pero me negué a dejar a David y a Hugo solos aquí, no les iba a dejar tirados.

Mi mejor amigo también había estado ayudándonos en la búsqueda, cada día parecía más y más insistente, más preocupado, como si supiera que algo malo le había sucedido a Borja, como si algo dentro de él lo supiera desde el día uno.

-Buenos días Dani.- La voz de Raúl me despertó de mi ensimismamiento.

El mayor de los Perez, estaba parado en la puerta de su cocina, apoyado en el marco de la puerta, observándome mientras le daba vueltas con la cucharilla a una taza de café.

- Bueno si se le pueden llamar días a esto.- Fuerzo una leve sonrisa y miro delicadamente por la ventana.- Aún no ha salido el sol.

- Yo aún no he dormido si quiera, si te sirve de consuelo.- Coge uno de los taburetes y se sienta frente a mi.

- Entonces ya somos dos.

Nos quedamos unos breves segundos más en silencio, creo que ambos lo necesitamos, han sido unas semanas demasiado duras tanto para su familia como para la mia. Llevo ya algunos días quedándome a dormir aquí, tanto Hugo como Raul pensaron que sería lo mejor, no querían que estuviera más tiempo sola. Su madre no suele estar mucho tiempo en casa así que no le contaron nada de lo sucedido, no quieren que vuelva a sufrir por su padre o por los Villanueva. David, volvió a su casa, aunque solo a dormir, pues la mayoría de los días se la pasa también aquí ayudándonos.

- ¿Como ves a Hugo?- Raul finalmente rompe el silencio. Pasa sus dedos por su pelo, que a diferencia del de su hermano es mucho más claro, y me mira.

- Al menos hoy ha conseguido dormir. Se quedaba las noches en vela hablando conmigo para asegurarse de que estuviera bien, pero no puede seguir así.- Tomo un pequeño sorbo de café.- En cuánto ha cerrado los ojos me he venido para acá, no quería despertarle dando más vueltas en la cama.

- Siento por todo lo que estás pasando, pero al mismo tiempo quiero darte las gracias.- Mis ojos se abren como platos ante sus palabras y unas cuantas lágrimas se acumulan en ellos.- Mi hermano me contó todo.. sé que entraste en toda esta mierda para ayudarle a él, pero creo que no eras consciente de lo que eso significaba.

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