Diana.
Todo lo que olía era sangre. Sangre fresca que salía de mi boca, mi nariz, de mis muñecas, tobillos y de mis oídos.
No sabía cuanto tiempo llevaba en ese lugar, desde la vez que Mack me dio comida y agua el tiempo se había como paralizado.Sentía que había pasado una eternidad.
Estaba atada a esa silla, sin poder moverme a menos que quisiera que mis manos se desprendieron de mi brazo. Estas cadenas pesaban y dolían, quemando mi carne y poco a poco estaban comenzando a llegar a mis huesos.
Dolía horrible.
La puerta se abrió, sacándome de mis pensamientos. Por ella entró uno de los guardias que me vigilaba, trayendo en su mano lo que parecían otras cadenas.
—Bien, princesa. Hoy nos moveremos a otro lugar, así que espero estés lista.
Gruñi, pero no dije nada. Ya casi no tenía fuerzas para nada.
Mientras él me cambiaba las cadenas quise patear su cara y salir huyendo. Pero mi cuerpo estaba demasiado agotado, mi fuerza se la había llevado las cadenas.
–Arriba.
Me levanté, con mucho esfuerzo, y él me puso las cadenas en mis muñecas y pies, pasandola también por mi cuello para que no se arrastraran por el suelo. Contuve un grito, en mi garganta, sintiendo como estas me quemaban más que las anteriores y pesaban mucho más.
Señor, apuesto a que así pesaba la cruz.
Puso su mano en mi espalda, dándome un empujón para que saliera del depósito. Afuera, viendo hacia mi izquierda note lo pequeño que era el lugar. No había más de cinco puertas y las paredes estaban muy sucias. Era obvio que el lugar estaba abandonado.
El guardia me empujó, sacándome de mi trance y, en cuanto atravesamos la salida, pude inhalar el aire fresco. Estábamos en un bosque, tal y como me dijo Mack. Árboles por todos lados y podía casi escuchar a lo lejos, muy dentro del bosque, un río fluir.
No veía a Aarón o Mack por ningún lado, sólo estaban los dos guardias, que siempre me echaban un ojo, y una bruja que se veía muy joven.
—Ya puedes abrir el portal —dijo el que me había sacado.
La bruja asintió y comenzó a recitar un hechizo, dibujando algo en el suelo. De pronto, frente a nosotros apareció un enorme hueco dejándonos ver otro bosque bajo nuestros pies.
—Vamos.
Ella avanzó primero, seguido por los otros dos guardias.
El que me llevaba me miró. —Adelante, princesa.
En el otro lado hacía frío. Pude ver que habíamos aparecido sobre la nieve, que me hizo apretar mis pies descalzos ante el cambio de clima. Había árboles por todos lados y ahí era de noche, a diferencia del lugar anterior donde podía ver el sol.
—Camina.
El empujón me hizo ver el edificio. Frente a nosotros yacía un enorme -pero demasiado enorme- castillo. Era más grande que el Palacio y se veía tenebroso. Tétrico, en medio del bosque, con lianas colgando de sus ventanas y marcos. La pintura toda oscura, con moho en sus paredes.
Parecía sacado de una película de terror.
Sentí un empujón otra vez haciéndome caer, sobre mis rodillas, por el enorme peso de las cadenas sobre mi cuerpo. No sentía mis piernas y, en unos minutos, dejaría también de sentir mi cuello.
Necesito una siesta.
—Muévete sino quieres que te golpeé de nuevo.
Desde la vez que le había arrancado los dedos a mi guardia, asignaron a este arrogante para que me vigilará. No lo soportaba, primero porque no era nada agradable y todo lo que hacía era disfrutar golpearme.
ESTÁS LEYENDO
Paraíso (Celestial 2#) ✔
Fantasy༺ Libro dos de la saga Celestial ༻ «Diana había dejado atrás su humanidad, ahora todo parecía ir bien, pero realmente algo andaba mal. Lo supo en cuánto nuevos problemas surgieron. Ella y sus amigos tienen nuevos situaciones, acertijos y secretos q...