24. FIREOGTYVE

181 18 2
                                    

Diana.

Ya no sabía cuánto tiempo había pasado. ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses?
Desde que estaba encerrada ahí, sin nada más que ropa destrozada y un poco de agua, no sabía con exactitud cuánto tiempo había pasado.

Y para serles sincera tampoco llevaba la cuenta.

La puerta abriéndose me hizo despabilar, captando por completo mi atención, haciendo que arrastrara mis pies con cierta pesadumbre por el duro suelo que hacia mi piel gritar.

Una mueca cruzó por mi rostro cuando lo vi sonreír con cierta insuficiencia.

—Ah, pequeña Diana, te ves tan radiante —ironizó Aaron, tomando asiento frente a mí en el suelo.

Rodee mis ojos intentando no temblar y que creyese que tenía miedo.

No, miedo era lo último que debía sentir.

Hacia tanto frío que las cadenas que me retenían pesaban más que de costumbre. La poca ropa que tenía no era suficiente para mantenerme en calor.

No sabía si iba a morir de hipotermia, desangrada o de hambre.

—Déjame ir, Aaron.

Él me miró algo divertido, como si le causara gracia verme en ese estado. Tan deplorable, con el cabello enmarañado, los ojos rojos de no poder dormir y tanto llorar, y mi piel ya desprendida por las cadenas demoníacas.

Dolían, dolían como el infierno.

—Sabes que eso no pasará, Diana. Tú y yo estamos conscientes de que no saldrás de aquí hasta que por fin obtenga al fénix.

Apreté mis dientes sintiendo como las cadenas me quemaban el hueso. Miré mis muñecas e intenté no soltar un jadeo al ver que un enorme hueco se dejaba ver.

Maldición.

—Tú y yo sabemos que cuando consigas lo que quieres, no me dejaras ir así por así.

Un brillo en sus ojos se dejó ver. Le divertía, le encantaba cuando no le demostraba miedo.

Y no iba a suceder.

—Entiendo porque le gustas tanto a Azafeth.

Un balazo de escopeta hubiera dolido menos.

Sentí mis ojos picar y me dije que no lloraría. No lo haría frente a él.

Aún así, no pude evitar sentir una amarga tristeza en mi corazón.

—Eres muy... osada. Tu mirada, tus palabras, tu postura. Sabiendo que estás perdiendo piel sigues viéndote tan imponente, Diana.

Me mordí la lengua. Sabía que quería hacer. Doblegarme, hacerme querer matarlo.

Bueno, ganas no me faltaban. Quería arrancarle los ojos y la lengua para que así me dejara en paz.

Siguió hablando, —Tan determinada. La manera en que peleas. Tu belleza y hermosura.

Quise dar un paso atrás cuando se acercó a mí. Su dedo índice pasó por mi cuello, haciéndome sentir repulsión de forma inmediata.

No quería que me tocara. No.

—Apuesto a que él adora besar tus carnosos la...

No terminó la oración porque mi rodilla se estampó contra su entrepierna. Escuché como inhalo aire, con dolor, y alzó su cabeza.

—Cállate. No tienes derecho a hablar de Azafeth, maldito desgraciado. No es tu maldito asunto.

Y no lo era.

Paraíso (Celestial 2#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora