23. TREOGTYVE

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Samid.

Exhale como si fuera una bolsa de aire desinflándose y apreté mis labios, con fuerza, esperando que no se me saliera una risotada de la boca. Si me reía, lo más probable era que Reyna me golpeara tan fuerte que regresaría otra vez a la placenta de donde salimos ambos.

Y yo no quería que me destruyera mi perfecto rostro.

—Y eso fue lo que le dije. Samid, te ríes y te parto la cara —espetó ella.

Casi me la imaginé con el cabello en llamas de lo furiosa que estaba.

No comprendía porque era tanto rollo el comprarle un obsequio a Vikk. Bien, entendía que ya llevaban unos meses saliendo, pero aun así mi cerebro no parecía captar la idea de aquello.

Tal vez, me era raro escuchar estas cosas por parte de mi hermana. Ella era la persona menos detallista en este mundo y en todos los demás.

Vikk debía estar ciego de amor. Y bien ciego.

—Reyna, sabes que no salgo con nadie desde hace mucho tiempo. No sé mucho sobre regalos. ¿Se corteja aun enviando flores y chocolates?

Mi hermana junto sus cejas.

—Creo que no.

Maldición, detestaba que fuese otro siglo.

—Mira, si de verdad se aman, los regalos no van a importar mucho, pero si quieres comprarle algo, que sea un libro o alguna chaqueta.

Pareció pensarlo, tanto que de repente sonrió como si la idea más maravillosa hubiese cruzado por su mente.

¿La madera tenía mente propia?

—Me parece excelente, debería comprarle ropa. Ropa que puede dejar aquí en señal de que vamos muy en serio.

Con eso lo único que haría sería espantarlo.

Desde la cocina, escuchamos como Cam gritó:

—¡A Vikk le gusta demasiado usar collares!

—¡Gracias, Cam! —contestamos al unísono.

Me gire a mi hermana.

—Puede ser un collar personalizado, sabes, como el que tiene Eldric de Mary.

Los dos hicimos silencio, en señal de respeto, recordando lo dulce y gentil que solía ser Mary. Había sido bastante duro para nosotros enterarnos que murió de una manera horrible.

Fue lo más cercano, que tuvimos Reyna y yo, a una madre.

—¿Crees que pueda encontrar un collar del siglo 12? —preguntó.

—Es probable que si, en alguna tienda de antigüedades —contesté—. De las cuales no sé si haya en Praga, porque estamos en el siglo 21, Reyna.

Mi hermana me miró molesta, pero no dijo nada al respecto hasta segundos después.

—Sabes que no hago nada parecido desde Mikido.

Suspiré con cansancio.

Mikido Kushisaki. El primer flechazo y su primera decepción. Él fue el vivo ejemplo del porqué enamorarse de un humano podía ser la peor decisión que podías tomar en tu inmortal y trágica vida.

—Lo sé y muy bien. Pero Vikk no es Mikido.

Su mirada se tornó fría y temí por mi vida, pero fui salvado por Cam, quien apareció en la sala y miró con confusión a mi gemela.

Paraíso (Celestial 2#) ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora